El ex secretario del Senado Mario Pontaquarto se presentó ante la Justicia Federal el 13 de diciembre de 2003 para denunciar e inculparse en la causa de las coimas en el Senado bajo el gobierno de la Alianza. Hoy, alejado de la política y sin condena, en el actual debate sobre leyes anticorrupción su figura representa al “primer arrepentido”. “Si vas a pasar por lo mismo que yo, no denuncies. Pero si en Argentina las leyes cambian y se incorpora la figura del arrepentido para corrupción y tenés contención, metele para adelante”, dice a PERFIL.
—Las coimas ocurrieron en el año 2000 y usted las denunció tres años después, ¿por qué?
—Empecé a tener temor por mis hijos, porque el mayor, que hoy tiene 28, me acompañaba a las sesiones del Senado y me decía: “Papá, me encantaría militar y ser como vos”. Tenía metida la pregunta de “cómo le explico a él, si esto llega a explotar, que su padre fue un corrupto”. Un día me levanté y dije “esto se terminó, me presento a la Justicia”.
—De haber existido la ley del arrepentido, ¿cree que habría sido distinto?
—Cuando hice la denuncia temía por mi familia. Entonces le pedí a la gente de la revista TXT que le diera dinero a mi familia para que se fuera del país.
—¿Una ley en ese sentido es un paso adelante en la lucha contra la corrupción?
—No es lo mismo ofrecerle la ley a Lázaro Báez o a José López estando detenidos que libres. Estando presa, una persona actúa condicionada. La ley puede ayudar, pero con eso solo no alcanza. Debe ser legislada de forma tal que quien denuncia sienta contención. La presión que sufre la persona que denuncia un delito de corrupción es enorme. Después te hacés enemigo de todos. No queda nadie, porque la corporación política se une.
—¿Cree que a José López lo están dejando solo?
—Es otra situación, porque a él lo agarraron in fraganti. Pero se parece a la mía porque ahora lo desconoce todo el mundo. De Vido había dicho que él era su mano derecha, y después lo desmiente.
—Algunos lo llaman “corrupto” y otros “arrepentido”; ¿usted cómo se define?
—Como una persona que se equivocó, que cometió un error, que lo reconoció, que pidió que lo condenaran y que para la Justicia no alcanzó. No me considero un héroe ni un corrupto.