Me fui a dormir con De La Sota diciendo que su espacio era la nueva política con una alocución que parecía que estaba en 1983. ¿Es De la Sota el último orador en pie de una generación? La nueva política nos tuvo casi tres horas en vilo con solo el 1,3% de los votos escrutados y para colmo, una vez que empezaron a aparecer los votos y Schiaretti anunció su victoria, Aguad no reconocía la derrota. Estamos hablando de la segunda circunscripción electoral más importante del país, no de una provincia marginal. En 36 años gobernaron Córdoba cuatro personas (Angeloz, Mestre, De la Sota y Schiaretti), a la nueva política no le sobra renovación.
La gran vedette fue el voto con boleta electrónica. En una hora ya estaban la mayoría de los votos escrutados de la Capital Federal. Larreta logró el 45% de apoyo porteño, volvió a ganar en todas las comunas y, sin embargo, Lousteau con solo el 25% se empeña a ir al balotaje. Y es entendible, Lousteau apuesta a largo plazo, aparece como la gran esperanza blanca del radicalismo para volver a gobernar la ciudad. No arriesga nada con ir a la segunda vuelta, se quiere instalar como la alternativa real del PRO construyendo una imagen de progresista eficiente y transparente. Hay que ver qué pasa en las próximas horas, si ese balotaje se hace o hay un acuerdo entre cúpulas para desalentar una tercera votación en la ciudad. Difícil que esto último suceda. Larreta recibió todo el apoyo del PRO, desde Macri hasta su rival de ayer nomás Michetti. Más no puede pedir el hombre famoso por su capacidad de gestión. Ahora, si hay segunda vuelta, va a tener que demostrar que puede traccionar votos en el uno a uno con un rival que habla bien, tiene presencia y busca constantemente las debilidades del contrincante. Larreta no solo va a tener que desarrollar su capacidad de esquivar golpes a lo Nicolino Locche sino que la definición necesita de un knock out contundente a lo Mano de Piedra Duran.
Por último, estamos ante el fin de la espontaneidad. Todo acto político está guionado hasta el último detalle para así reverberar en la televisión y las redes sociales. Tanto los bombos y la fiesta falseada del bunker del Frente para la Victoria, pasando por Lousteau que en el medio del fulgor le pidió a la militancia que se sentara así lo tomaba las cámaras, como el baile de la gente previo a la salida de los candidatos en el bunker PRO denotaron planificación previa que se repite y repite en cada elección. Y aquí vuelvo a De la Sota de una manera nostálgica, creo que hay que aflojarle al coaching y dejar florecer nuevamente el fervor espontáneo de la primavera democrática de los años 80s.
(*) Politólogo (Universidad de San Andrés).
