"No puede haber agrupaciones personales o clubes de admiradores. Nosotros creemos profundamente en el sistema de partidos políticos. No es una cuestión de tamaños, sino de concepción y funcionamiento", dijo ayer la Presidenta cuando presentó el polémico proyecto de reforma política sin el acompañamiento de la oposición.
Sin embargo, la historia kirchnerista no dice lo mismo. Desde las elecciones de 2003, en la que el Partido Justicialista se dividió en tres fuerzas -la de Kirchner, Rodríguez Saá y Menem-, en adelante, los K fueron los que más "trampas" hicieron para verse beneficiados en los resultados electorales.
El proyecto, que según Cristina no es un "traje a medida" del oficialismo, no plantea nada en relación a las listas colectoras o espejo, artilugios K creados en las elecciones del 2007 para evitar las internas que ahora dicen defender. "Las colectoras" habilitan más de una lista a nivel municipio, pegada a la boleta del candidato nacional; "las espejo" permiten listas con los mismos candidatos a diputados, legisladores y/o concejales, pero con diferentes denominaciones.
Tampoco prohibe o limita las denominadas "candidaturas testimoniales", impuestas por Kirchner-Scioli-Massa en los últimos comicios legislativos.
En relación al sistema de votación, tampoco hay avances: no se plantea la necesidad de modificar cómo se vota ni se continuaría con sistema actual de escrutinio. Ni boletas únicas, ni voto electrónico.
El proyecto de ley, que anoche ingresó a Diputados, prohibe el aporte de privados en las campañas audiovisuales. Sólo se podrá dar curso con los fondos que entrega el Estado. El Gobierno incluso podría quitar las licencias de aquellas radios o canales que emitan propaganda política. Esto, sumado a que la ley de medios tampoco regula la pauta oficial, da más pespuntes para que el traje de la reforma política sea un "traje oficial".