En plena corrida bancaria, un equipo de sabuesos de la Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP) comenzó a trabajar en tándem con los espías de la Secretaría de Inteligencia (ex SIDE) y con la Unidad de Información Financiera (UIF) para “analizar información vinculada al movimiento de divisas para detectar operaciones en las que se sospeche lavado de activos y/o financiamiento del terrorismo”.
Bajo ese paraguas legal, el jefe de la AFIP, Ricardo Echegaray, reclutó a agentes que habían participado en septiembre de 2009 del megaoperativo de inspección impositiva en las oficinas del Grupo Clarín. Se trata de más de una decena de funcionarios que trabajan en las oficinas de la agencia y que articulan información con la que aporta la Secretaría de Inteligencia.
Las últimas inspecciones que realizó la AFIP a grandes empresas no son producto de la casualidad ni de una serie de procedimientos de rutina. Por el contrario, se trataría de un plan diseñado a los apurones para salir a cazar supuestos evasores y aleccionar a empresarios críticos a las medidas para profundizar el modelo.
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