Hace exactamente cuatro años, mientras el mundo entero lamentaba la muerte de 192 inocentes en Madrid a manos del terrorismo, en Parque Norte, cientos de seguidores del kirchnerismo eran convocados para el lanzamiento de la llamada “transversalidad”.
Un movimiento que tenía como objetivo actuar como un paraguas en donde propios y ajenos confluirían, apoyando el proyecto kirchnerista, despegado ya del duhaldismo y con un claro matiz de centro izquierda.
El predio de Parque Norte fue testigo de un encuentro que pretendió no ser peronista pero cuya simbología se coló a cada instante, a pesar de no ser esa la intención de sus organizadores.
El momento más bizarro de la jornada fue aquel en el que sonó “la marchita”, ante la mirada atónita de, por ejemplo, los intendentes misioneros que apoyaban al gobernador Carlos Rovira. En su condición de radicales, se sentían traicionados por haber sido invitados a un acto que prometía ser “transversal”.
Tampoco faltó el pugilismo entre los sindicalistas, defendiendo a uno u otro de sus líderes, en el marco de la pelea entre Hugo Moyano y el dueño de casa, Armando Cavallieri.
El año pasado, la oficialización de la candidatura presidencial de Cristina Fernández de Kirchner en el Teatro Argentino de La Plata también evitó signos peronistas y tuvo una estética que se asemejaba más a una convención demócrata en los Estados Unidos. Paradójicamente, el grueso del voto duro del PJ en el conurbano bonaerense acompañó a la senadora, pero los centros urbanos eligieron otras alternativas como Elisa Carrió o el por entonces opositor Roberto Lavagna.
Hoy, la transversalidad quedó atrás y vuelta al PJ es un hecho consumado. Un “pan peronismo”, como lo llama el analista Rosendo Fraga, parido desde las oficinas de Puerto Madero.
