Lo dicen todos: la presidenta Cristina Fernández de Kirchner tiene en la cabeza el próximo gabinete. Pero no lo suelta. Desde la muerte de Néstor Kirchner, el hermetismo se convirtió en su método preferido para conservar el poder. “La información es poder, y ella lo sabe”, confió a PERFIL esta semana un ministro, que no tiene certeza de si continuará o no en su puesto.
En este escenario, el silencio de la Presidenta genera incertidumbre y problemas en la toma de decisiones. Además de una parálisis en la mayoría de las áreas. Desde el viernes está recluida en Santa Cruz con su hijo Máximo, quizás la única persona a la que le confía los pasos que dará en las próximas semanas.
El problema es que esta vez el contexto es desfavorable para el Gobierno por el pánico que generó en algunos ahorristas y entre los empresarios la decisión de controlar la compra de dólares a través de la AFIP. En una semana crucial, el Gobierno apareció sin rumbo y plagado de internas.
Estas internas se producen por dos motivos: viejas diferencias en el equipo económico del gabinete y la necesidad de debilitarse mutuamente para ver quién gana la batalla y queda mejor parado ante la mirada presidencial.
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