POLITICA
Un organismo que obsesiona a Kirchner

Las pujas entre el instituto y el Gobierno recién empiezan: habría más desplazados

Cómo es la vida cotidiana de un profesional tironeado por los funcionarios del Ministerio de Economía y por su compromiso casi místico con el “dato preciso”. La alarma por las consecuencias del conflicto, que pueden costarle al INDEC el prestigio internacional ganado.

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Los conflictos pueden costarle al INDEC el prestigio internacional ganado. | Cedoc

No hay nadie que no conozca a Jacob Ryten en el pequeño mundo que se dedica a las estadísticas oficiales de este planeta. Fue director de la oficina del ramo más prestigiosa, Statistics Canada, y entre muchos otros honores preparó el último Manual de Organización Estadística que distribuye Naciones Unidas.

Desde hace un tiempo, Ryten está al frente de dos proyectos de la CEPAL relacionados con los índices de precios y trata con los encargados de esas mediciones en todo el continente. Así conoció a Graciela Bevacqua, la señora inflación dos puntos coma uno, la matemática que fue desplazada del INDEC a pedido del secretario de Comercio, Guillermo Moreno, amante de los chistes de salón y de los insultos más populares en los tenedores libres del Conurbano. En el INDEC los elogios que Ryten le dedicaba a Bevacqua se conocen de memoria. Dicen que el canadiense siempre repite: “ Es por lejos la más destacada de quienes manejan los índices de precios en América latina”.

Ryten puede equivocarse. No es perfecto. Apenas un experto con más condecoraciones que fracasos.Y, al fin, Bevacqua es sólo una buena ex directora de Indices de Precio de Consumo, que ahora se toma, obligada, unas vacaciones. El problema es otro. El efecto dominó. La remanida historia del pastor que por descuidar su credibilidad pone en juego el pescuezo.

Recelo estadístico. “Todos los ministros de Economía quieren que la economía crezca, que baje la desocupación y los precios no suban, y cuando los números no lo reflejan, le echan la culpa al INDEC”, apunta Víctor Beker, ex director nacional del INDEC. Pero la naturaleza técnica del trabajo limita las chances de que funcionarios afines al gobierno de turno asuman cargos clave. No se pueden trocar nombres tan fácilmente y se diría que sólo la cabeza del ente es un cuadro político. “ A nadie que sea profesional le gusta que se bastardee lo que hace, y el INDEC defiende mucho la autonomía de la entidad, que debería ser independiente del Ministerio de Economía”, sostiene el economista Osvaldo Ferreres.

La precariedad, sin embargo, está a la orden del día. Hoy todos los concursos del personal están vencidos. Se dejaron de celebrar en los 90. Junto a la planta permanente y transitoria, cerca de 400 empleados tienen contratos flexibles. Los sueldos no directivos oscilan entre los 1.300 y 1.800 pesos (un tercio por debajo de lo que ese puesto vale en el mercado privado). Pero los problemas no sólo son contractuales.

La mejor tecnología está en el sexto piso, que centraliza el procesamiento de datos, pero yo trabajo en una Pentium I que demora en encender, y me piden que use programas complejos”, señala un operario encargado del censo poblacional. La red informática también está en crisis. No da abasto y necesita una actualización urgente.

La jornada laboral es de 7 horas, pero se regula. “ A veces trabajo 4 y otras me quedo 12. Depende del trabajo”, grafica el operario. La planta permanente cobra un plus técnico por el cual un empleado de la misma categoría del Ministerio de Economía gana un 35 por ciento menos que uno del INDEC.

Por nuestros secretos. Antes de poder acomodarse en sus escritorios el primer día de trabajo, cada uno de los 1.175 trabajadores que hoy tiene el INDEC tuvo que firmar su compromiso. Todos juraron preservar el secreto estadístico. Y aceptaron que, de no cumplir con su palabra, el castigo podía llevarlos a pasar dos años en prisión.

El Gobierno no entendió lo que significa la confidencialidad de los datos”, se queja un técnico con 22 años de antigüedad y que ingresó junto a una joven Bevacqua. “ Dar esa información es delito, y quien la exija estará comprometido en la comisión de ese delito”, señala Ernesto Rosa, profesor de estadística de la Universidad Tres de Febrero.

La autonomía técnica de las cifras se vuelve su única garantía de credibilidad. Por eso, al economista e investigador de la UBA Jorge Schvarzer, antes que el costo político que pague el Gobierno, le preocupa que se afecte la credibilidad de la institución. “ Si se cambia la metodología sin seguir los procedimientos y si se sospecha que fue hecho por la intervención de las esferas políticas, todos pueden preguntarse si el cambio pretendía maquillar los datos para hacerlos más afines a los deseos del Gobierno”, reflexiona Schvarzer. “ En este país es muy difícil ganar credibilidad, y el INDEC era una entidad sobre la que hasta ahora no había sospechas”, concluye.

Lucía Vera, que entró a trabajar en la entidad el mismo año de su creación, 1969, y se jubiló en diciembre de 2005, asegura que el ambiente es distinto al de otros organismos “donde todos los empleados se la pasan criticando su lugar de trabajo”. Para Vera, el INDEC “logró que el personal adopte sus valores”. Así nace una suerte de mística del dato preciso, con la que se sabe que no se puede jugar.

Un técnico con más de 20 años de trayectoria en la fábrica de estadísticas nacionales agrega otra faceta al perfil: “ Abunda la idoneidad. A partir de ahí se abre el abanico de, por ejemplo, gente idónea con escrúpulos y gente idónea sin escrúpulos”.

Negocio confidencial. “El problema no es sólo que hay interferencias políticas, y el único reclamo no es que debería haber transparencia en las designaciones”, advierte el economista Claudio Lozano. El diputado nacional habla de lo que siempre se dice en voz baja: “ Hay mucha venta de información”.

Un dato del INDEC puede servir para analizar un escenario económico y social, pero también para hacer excelentes negocios en la Bolsa, darle una estocada a la competencia comercial o identificar a quien no cumpla con sus responsabilidades impositivas. Una sola planilla puede tener información muy valiosa para lastimar o para recolectar.

Es histórico: en los lugares donde se maneja información confidencial, siempre se sospecha de lo mismo”, se planta Daniel Fazio, que encabeza la comisión interna de ATE. Juan Carlos del Bello, ex número uno del INDEC (que debió renunciar después del descontento de Lavagna con el índice de pobreza), cree que es sólo una leyenda negra. El dueño de una consultora, en cambio, dice haber escuchado sobre otro tipo de negocios. “ El INDEC procesa información para terceros. Pasa precios muy altos y con una demora importante. Es muy burocrático. No es alocado pensar que si alguien necesita con urgencia los datos le ofrezca a una oficina hacer el trabajo por izquierda. Y ése es justamente el comentario que suele escucharse”, señala el sociólogo.

PERFIL pidió al INDEC la cifra de ingresos por trabajos externos durante el último año –así como también otras precisiones–. No hubo respuesta.

Tres empleados del Instituto, que trabajan en tres áreas distintas del edificio, reconocen, sin embargo, que los trabajos externos se suelen cobrar aparte y que ese dinero no va a parar al Tesoro Nacional. “ A nosotros nos encargan los procesamientos ‘oficiales’ pero hay gente que hace negocio”, relatan.

Lo que viene. Algunos expertos temen que más tarde o más temprano saltará por los aires. “ Supongamos que el Gobierno diga que los índices de acá a las elecciones no pueden dar más altos que cierta cifra, en algún momento lo que debería haber sido un 1,5 va a dar 8. Lo que debería haber aumentado gradualmente va a aumentar de golpe”, esgrime Ernesto Rosa. “ No nos imaginamos las consecuencias que puede llegar a traer la pérdida de credibilidad del INDEC”, agrega Luis Beccaria, ex titular del Instituto.

Como sea, la discusión podría estar en otro lado. “ Las prepagas, el ojo del huracán, sólo cubren al 7 por ciento de los argentinos. El otro 93 por ciento no está registrado en el IPC por el que tanto se discute hoy”, remarca Schvarzer. El economista juega con la idea de que quizá tendría mucho más valor agregar los teléfonos celulares a la canasta (que no están incluidos y tampoco son objeto del control de precios del Gobierno). La realidad, como muchas otras veces, podría estar lejos del ruido.

Por el momento, la Dirección Nacional de Estadísticas de Condiciones de Vida, una de las dependencias clave del INDEC, ya perdió a su titular, Clyde Trabuchi, que se tomó licencia para no convalidar el índice de precios al consumidor K. El área también perdió a una de sus segundas, Graciela Bevacqua (reemplazada por Beatriz Paglieri y sus custodios armados). Así, la jefatura de la Dirección quedó en manos de Ana María Edwin, directora de Recursos Humanos.

En el INDEC dicen que Edwin “ florece con las crisis”. Por ahora, es la superiora de otras dos directoras:Carmen Dopico y Cynthia Pok. Y que si hay dos funcionarias que pueden correr la suerte de Bevacqua, ellas son Dopico y Pok. La primera trabaja sobre la metodología que pasará a emplearse, tal vez a partir del año que viene, en el IPC. El Gobierno ya mostró que ese índice, y cómo se consigue, le interesa especialmente. Pok, por su parte, tiene a cargo la encuesta de hogares sobre la cual se obtienen el índice de pobreza y el de desocupación. Los dos datos obsesionan al Ministerio de Economía. A modo de anticipo, esta semana Pok se negó a difundir la canasta de pobreza para no convalidar el índice de precios anunciado por el Gobierno. Nadie sabe cuándo será el próximo round.