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Las semanas de Peicovich: Primera de 2009

El escritor y periodista inaugura su tradicional columna de domingo con ilusiones, pero escéptico. Optimista, pero desilusionado.

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Y sí, habemus Año Nuevo. ¿Nuevo?. Soñamos con oasis. Y es natural: somos adictos al oasis. Nos tira el espejismo. La Medianoche Vieja nos transforma por un rato en sublimes y buenos. Hasta los sicarios alzan su copa. Y los torturadores. Y los usureros. Y también sus víctimas próximas. Esta ilusión mundial solo dura un nanosegundo. Al concluir su relámpago hay lo que hay. Un corazón espinado por la esquiva realidad. Esta vez inauguramos al impávido 2009 con reality show de 100 puntos de rating. Fosforescentes misiles cayendo en la tierra que tres religiones dan por llamar Santa. Pobres: tan lejos de Buda y tan cerca de Bush. Prueba, otra vez, que a la especie le cuesta suspender la paranoia algo más de un segundo. Nunca una tregua. Jamás un año sabático de paz. A la épica novela del siglo 20 le siguió el gótico relato del 21. Mega thriller en suspenso contínuo. El directorio de asesinos tramando en la cima de la ONU.  Y millones desesperando por tratar de entender de que va lo que informan el papel, el plasma, el éter. No hay detective alguno ni en cercanía ni en lejanía. La historia pisa impune los días y las noches. La humanidad (es un decir) no impone quórum práctico al Protocolo de Kyoto. No hay trazado de ruta. Hay deriva alarmante. Y creciente. Novísimos ácidos se hacen nube. Apagan la botánica. Secan ríos. Envenenan el aire. Aceitan el mar. La Banda de los 8 Incontrolables no ceja en su delirio de destruir el paraíso natural y achicar demografía como sea. Se propone muramos por fuego o por agua como la tevé y hollywood nos muestran (y preparan) cada día. Provocar un tsunami financiero o activar la última “maravilla” de Sus Polvorines es plan acordado por algunos no una fatalidad que la provoca el clima. Es obra de unos pocos. Los muchos sobrevivimos sabiéndolo. Y olvidándolo para no morir de un síncope. “Pero así está el mundo, mis amigos” (según sabe despedirse cordial la CNN) Por ahora no parece haber otra forma de seguir cuerdos que ecualizando la brutalidad y la esperanza. Decir “Feliz 2009” en simultáneo con “Arde Gaza”. Como si fueran noticia de igual calibre. Que no. Y que por eso mejor alzar la copa y brindar porque algún año (ojalá sea 2009) además de clonar se pueda desclonar. Que despertemos un buen día enterándonos de que la ciencia concretó el des/bush, el des/putin, el des/… (que cada uno rellene a placer) No es fantasía. Ni está tan lejos. Exploradores del cerebro afirman tener acotado “el centro de la violencia”. Nada menos que el percutor de nuestra agresión. El sitio bush,  el sitio putin y el de tantos terrestres que portan en su “estriado ventral” la lenteja de la ira. Y de tener tamaño fruto esperándonos en el árbol del futuro por qué no seguir brindando y olvidando a la vez. Por qué no hacer nuestra la oración de los navajos que dice: “Que haya belleza arriba de mí. Que haya belleza debajo de mí. Que haya belleza a los costados del camino que en belleza acabe”.

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(*) Especial para Perfil.com