POLITICA

Lo que Milani nos demostró

Para Cristina, la designación era un mal necesario.

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| DyN

Cuando la Presidenta Cristina Fernández de Kirchner designó a César Gerardo del Corazón de Jesús Milani como Jefe de Estado Mayor del Ejército, nunca imaginó que los daños colaterales de su decisión serían tan severos para lo que representa el kirchnerismo en gran parte de la sociedad argentina.

Preparada para largar una nueva contienda electoral, en medio de la crisis energética, la inflación, las peleas de su Secretario de Comercio, Guillermo Moreno, con periodistas en la embajada de Estados Unidos, la inseguridad, el acuerdo con Chevron –en aquel momento inminente-, la llegada del Papa Francisco a Brasil, los sucesivos intentos de “democratizar” la justicia, el escándalo del piquetero devenido en contratista del Estado, Cristina pensó que nada podía pasar ascendiendo a un ignoto militar al frente de las Fuerzas Armadas.

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Es que el tiempo la corría. Las elecciones estaban a la vuelta de la esquina. Ya no confiaba en intendentes que la saludan efusivamente y que, minutos después, corren a tocarle el timbre al intendente de Tigre, la tierra de los narcos más peligrosos del mundo, según el Secretario de Seguridad. Con una guerra sangrienta declarada entre los espías argentinos que muestran su rostro, únicamente, en algún cabaret de moda, como reflejó una reciente investigación de la cooperativa La Alameda, la Presidenta debía delegar el espionaje interno a un hombre de su extrema confianza, si es que aún confía en alguien. Milani era el indicado.

Su idea de perseguir e investigar opositores y supuestos fieles, parecía genial. Su proyecto de revivir el “Operativo Dorrego” de la primavera camporista, estaba a la vuelta de la esquina. Al asumir Héctor Cámpora, en 1973, convocó al ejército y a la juventud peronista a trabajar conjuntamente en las inundaciones que habían destruido caminos, campos y dejado sin hogar a miles de argentinos.

En abril de este año, luego de la trágica inundación en La Plata, La Cámpora del siglo XXI, diseñó un plan similar. Sus militantes desembarcaron en la ciudad, diseñada por Dardo Rocha, pasando noches y días en las instalaciones de Gendarmería Nacional en que se juntaban y distribuían cargamentos de colchones, medicamentos y alimentos. La solidaridad camporista y sus pecheras, se dio la cabeza contra la pared y, a pesar de los aplausos de la Presidenta, el operativo hizo agua.

Para Cristina, Milani era un mal necesario. ¿Dónde iba a encontrar a un General que no jurase por Dios y por la Patria sino por la continuidad del proyecto nacional y popular? Ni a Nik se le hubiese ocurrido. Pero la Presidenta se olvidó de que, del otro lado, estaba “el gordito golpista”, el periodista que desestabiliza al inconsciente colectivo de unidos, fanáticos y organizados kirchneristas. Antes de la “crisis del campo”, lo de Milani lo hubiese publicado, en letra minúscula, el diario Clarín en la hoja 138 de la edición de un feriado. Pero los tiempos cambiaron y la designación del General con más nombres que un prócer del siglo XVIII, provocó una conmoción.

Cuando publiqué El negocio de los Derechos humanos, en noviembre del 2012, gran parte del periodismo y organismos de derechos humanos, críticos del oficialismo, prefirieron evitar su mención para “no hacerle el juego a la derecha” y por aquel precepto equivocado de que no importa tanto el pecado, sino el pecador. “Sabemos las cosas que hizo Hebe pero hay que salvar al símbolo", me confesó un detenido-desaparecido durante la última dictadura militar, al salir de un estudio de televisión, invitado para debatir sobre el “asado” en la exEsma, en enero de este año.

El negocio, simbólico y económico, que el kirchnerismo creó en su “década ganada”, le sirvió como escudo ético para, aún hoy, en que el telón se corrió, figuras emblemáticas de los organismos de derechos humanos, como Estela de Carlotto, digan que “cuando hay una denuncia no hay que prejuzgar sino investigar”. La Presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo exigía al periodismo pruebas contra Milani, las que no pidió para dar por sentado de que los hijos de Ernestina Herrera de Noble eran de desaparecidos o que, otros referentes del kirchnerismo, tampoco precisaron para asociar a Jorge Bergoglio con la dictadura militar.

El silencio de Hebe de Bonafini sobre el tema, estremece, mientras que el académico candidato a diputado nacional por el oficialismo, Ricardo Forster dijo que “Milani, según los que decidieron su ascenso, entienden que es uno de los generales que mejor ha entendido estos tiempos democráticos”. Y, en parte tiene razón. Pues, mientras que se habla de su pasado, Milani ha edificado un patrimonio económico personal que no se corresponde con los ingresos que ganó durante la democracia, al igual que cientos de funcionarios que han ingresado pobres, en la función pública, y se han convertido en ricos, estancieros y prósperos empresarios, en las últimas décadas.

La increíble defensa a César Milani son producto de la política amigo/enemigo del kirchnerismo. Es que, bajo esa concepción, no importa el acto sino quien lo realice. Si para Forster, Ricardo Jaime es culpable de hacer ejecutado “una mala política”, para el gobierno nacional, Mauricio Macri atentó contra la vida humana por talar una centena de árboles en la avenida 9 de julio. Si para el Ministro de Agricultura, Norberto Yahuar, los pueblos originarios “se están llenando de plata con la soja”, los recitales que brindó Fito Paez fueron una ganga, para el Secretario de Cultura. Sin embargo, Rolando Nuñez, presidente de la Fundación Mandela de la provincia de El Chaco, afirma que el 90% de los aborígenes viven en la extrema pobreza y, músicos, artistas y empresarios del ambiente, confiesan en voz baja, de que dependen del mecenazgo gubernamental para sobrevivir lo que implica, callar.

En el país en que la solidaridad de la Presidenta y de su gobierno es tan selectiva como el principio de inocencia de las personas, lo de Milani deja una valiosa enseñanza. ¿Qué hubiese dicho 678 si un opositor nombraba, al frente de sus fuerzas de seguridad, a una persona que integró el Batallón 601 de Inteligencia del Ejército durante la última dictadura militar, como señaló la revista Veintitrés, en febrero del 2010, al publicar el listado completo que incluía a César Milani? Cualquier persona honesta, simpatizante o crítica de este gobierno, conoce la respuesta pues ya pasó. Es tan frecuente la arbitrariedad de criterios, impuesto por el sistema de pensamiento que expresa la Presidenta, que no puede sorprender a nadie.

Sin embargo, el escándalo Milani, dejó a la Presidenta en off-side ante su propia Corte de aduladores y Horacio Verbitsky le dio un golpe inesperado. Por primera vez, en mucho tiempo, Cristina, tuvo que parar la pelota. ¿Será que el General tiene algunos otros puntos oscuros en su pasado que aún no salieron a la luz?

(*) Especial para Perfil.com. Autor de El negocio de los derechos humanos. En Twitter: @luisgasulla