Un Cristo mira, los ladrones actúan. Desgraciadamente los robos a iglesias se están convirtiendo en un fenómeno cada vez más frecuente: en cuatro semanas tres parroquias fueron “visitadas” y hace apenas siete días un sacerdote de Quilmes fue desfigurado a golpes en medio de un asalto, en uno de los casos más graves de los últimos meses.
“La inseguridad es un problema de todos. Como asaltan a la gente, también lo hacen con las iglesias. Nosotros no estamos exentos”, coinciden los curas consultados por PERFIL.
El domingo pasado golpearon la puerta en la iglesia San Juan Bosco, de Quilmes, y el padre Benjamín Stochetti, de 75 años, decidió abrir sin imaginar que estaba a punto de caer en una trampa. Un joven desencajado le exigió plata, pero el sacerdote contrarrestó el pedido ofreciéndole comida.
De nada sirvió porque el ladrón lo golpeó y le partió una maceta en la cabeza. “Conseguir plata para los consumidores de paco es una necesidad imperiosa, por eso la saña con la que atacaron al padre. El paco les quita la capacidad de razonamiento y no controlan la violencia”, explica Daniel Romanín, uno de los dos salesianos que vive con el padre Benjamín en la casa parroquial.
El cura estuvo inconsciente poco más de una hora. Nuevos golpes a la puerta lo sacaron de ese estado. Palpando las paredes y gateando pidió auxilio. Quedó en terapia intensiva con un fuerte hematoma en la cara. “Hoy –por ayer– le dieron el alta pero todavía está muy débil y mareado. Hay que rezar por él”, pide Romanín.
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