El peor error de Hugo Moyano este año fue no haberle creído a Sergio Massa. No porque el tigrense le garantizara sus pretensiones políticas sino porque le hubiese dado, al menos, una chance de estar del lado de los ganadores. No importaron las sucesivas alertas que el intendente de Tigre le envió meses antes del cierre de listas: “Vamos a jugar”, “alguien de nuestro espacio va a jugar”, “vamos a ser oposición”. Nunca le dijo que sería él pero esperaba que Moyano lograra decodificarlo.
La desconfianza que caracteriza al líder sindical y su ambición política lo convencieron de que la mejor opción era una alianza con Francisco De Narváez, el único que le permitía ubicar a sus hombres en las listas de diputados, como a Omar Plaini, y los numerosos candidatos a concejales y legisladores provinciales. También había intentado acuerdos con Mauricio Macri y Daniel Scioli, a quien considera un “cagón” pero de quien tuvo grandes esperanzas para apartar al kirchnerismo del poder.
En las últimas semanas, Moyano dijo a su entorno más íntimo que retiraba el apoyo a De Narváez y que no aportaría mano de obra para fiscalizar la elección de octubre. En los gremios ironizan que “el Colorado” se quedó más solo que Luder después de la quema del “ataúd de la UCR”. Si Moyano quiere integrar el lado ganador, podría ser enviado al final de la cola, para utilizar una de sus propias frases. Tal vez guarde una carta que lo posicione mejor. Una carta contra el Gobierno.
Facundo Moyano es el nexo más directo entre su padre y Massa. Desde un principio, insistió en que Moyano se aliara con el tigrense pero perdió la pulseada. Después de la victoria de Massa, Moyano padre ensayó acercamientos verbales, pero en la intimidad sigue dudando de un acuerdo. El coqueteo tímido se enfrió en los últimos días. Moyano y Massa siempre mantuvieron una buena relación pero la visceral rabia de Moyano contra la Presidenta y la sospecha de que Massa nunca se terminaría de lanzar como opositor –o siquiera de lanzarse– abortaron un acuerdo.