"Néstor es un obsesivo: de mañana, cuenta monedas y de tarde, cuenta votos". La
imagen pertenece a un encumbrado dirigente del peronismo porteño y describe los dos presuntos focos
de atención de Néstor Kirchner: la evolución de los negocios del llamado "capitalismo de amigos" y
los preparativos para las elecciones del próximo año, en las que quiere arrasar con la oposición.
El ex presidente
es un caso único entre los políticos que nos ha ofrecido la democracia. Por un
lado, se interesa fuertemente por la economía, por los números de la macroeconomía pero también por
alisar el camino a amigos y afines en sectores diversos como el petróleo, los servicios, el juego y
los medios de comunicación. Tal vez su modelo sea el PRI mexicano, una formación política que
desarrolló fuertes tentáculos en la economía desde el manejo férreo del aparato estatal. Quienes lo
conocen bien observan que ya tenía esas preocupaciones desde que era un joven gobernador de Santa
Cruz.
Por el otro,
a Néstor Kirchner le gusta la sangre: no se conforma con ganar las elecciones
legislativas de 2009 sino que, según confió a algunos interlocutores, quiere "destrozar" a quienes
ubica en el campo enemigo, como Eduardo Duhalde y Mauricio Macri. La estatización de las AFJP le
acercaría el dinero necesario para alimentar, por distintas vías, ambos objetivos.
¿Y la presidenta Cristina Kirchner? Tal vez sea un error, pero sus propios
compañeros de partido entienden que Néstor Kirchner es el que, como decía Juan Perón, "corta el
salame", tanto en el gobierno como en la política partidaria. Es una anomalía porque el ex
presidente, si bien es titular del PJ, no ocupa ningún cargo formal en la administración de los
recursos públicos. Y en política las anomalías saltan cuando menos se las espera.
*Editor jefe del diario PERFIL.