POLITICA
EL REPORTAJE DE MAGDALENA A MAURICIO MACRI

"No dije que tengo que ser presidente ya"

El líder de PRO vuelve a congelar su candidatura. Critica a Lavagna y al Gobierno. Defiende al campo. Le pide a Blumberg que se defina.

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FUTURO. "Hoy estoy liderando esta propuesta de PRO con vocacin frentista", asegura Macri , y aclara que eso no significa que l ser el seguro candidato a presidente. "Si alguien demuestra que est en mejores condiciones que yo... enhorabuena". | Cedoc
Hoy es viernes. Como en toda mañana de feriado, la Ciudad de Buenos Aires se está desperezando. Hay poca gente en las calles, las radios avanzan con sus ediciones matutinas y los políticos (que a veces madrugan) conversan con nosotros. Mauricio Macri se sirve un té verde, sucumbe ante las galletitas “cookies” y parece muy joven.

¿Por qué usted insiste en ser presidente de la Nación? Tiene tiempo de sobra como para escalar posiciones. Empezar, por ejemplo, con ser candidato a jefe de Gobierno...
—No, no... Yo nunca he dicho que voy a ser candidato a presidente “ya”. Que sí o sí tengo que ser presidente. Lo que yo siento, en cambio, es que a partir de un momento había que salir del discurso fácil de la crítica para pasar a hacer un aporte personal en la vida política argentina. Porque, mire, la realidad nos demuestra que el fracaso de la sociedad es colectivo. Sin duda, la dirigencia política no estuvo a la altura de lo que la Argentina necesitaba, pero también es cierto que el resto de los argentinos ni siquiera se propuso participar. Entonces, mi primera decisión fue: “Quiero participar en política, quiero hacer un aporte concreto”. La cosa ha ido evolucionando y hoy estoy... he armado un proyecto nacional llevado por la necesidad que tiene el país de contar con una alternativa frente a la gran concentración de poder que tiene el oficialismo.

—Puede ser. Pero todos hablan de usted (sobre todo después de la solicitada de Lavagna) como de alguien a quien ya ha dejado de interesarle ser jefe de Gobierno para pasar directamente a la Presidencia de la Nación...
—Esas son percepciones. Yo represento un espacio nuevo. Una renovación de la política que busca darle contención a aquello de “que se vayan todos”. Recordemos que, de un modo frustrante, terminó con 22 o 24 gobernadores renovando. Le diré que yo no creía mucho en lo de “que se vayan todos” porque la verdad es que me pareció demasiado exagerado y poco ajustado a la historia. Me gusta mucho leer historia pero tampoco que los protagonistas sean los mismos. Entonces, propongamos cosas nuevas. Participemos con gente nueva porque si seguimos con los mismos métodos y la misma gente vamos a desembocar en el mismo resultado.

—¿Entonces, qué pasa hoy?
Hoy estoy liderando esta propuesta de PRO con vocación frentista. Es decir, armar algo cada vez más grande y más potente pero sin que se convierta en ley el hecho de que yo sea candidato a presidente. Si alguien demuestra que está en mejores condiciones que yo... Entonces, sí, enhorabuena.

¿Por qué se molestó tanto cuando Lavagna dijo, en Córdoba, algo así como “... me hablan de un dirigente volcado sobre la derecha del espectro político, del conservadorismo...”, refiriéndose a usted?
Macri piensa un instante y luego:
—No me molesta. Me parece antiguo. La sociedad moderna se divide entre los que hacen las cosas bien o mal. Entre los que tienen la capacidad de gestionar y mejorar la calidad de vida de la gente o no. Pero, repito, me parece como antiguo dividir las cosas de esa manera. De la misma manera que me parece también antiguo que el inventor de su propuesta sea un ex presidente que gobernó diecisiete años atrás. Creo que las cosas evolucionan, ¿no?

—¿Cómo se sintió después de la sorpresa que Misiones dio al país? Reconozcamos que fue un sacudón para todo el mundo...
—¿Yo? Honestamente me sentí feliz. Sentí que un aire fresco invadía el país; que era una lección nacional porque supongo que en cada hogar argentino se debatió, por lo menos durante una hora, lo que ocurría en Misiones. Para mí triunfó la dignidad. Más allá de las limitaciones, de la pobreza, del sometimiento que se genera a partir del clientelismo. Fue un mensaje maduro de una sociedad que le dijo al Gobierno: “Crecer un 9% no habilita para hacer cualquier cosa”. Y también me dije, con respecto a la oposición: “Si hacen una propuesta seria y coherente, los vamos a escuchar”.

—A eso voy: ¿lo de Misiones no le dio ganas de formar un frente, de unir posiciones?
—Bueno... PRO es un frente. Y sigue siendo un frente abierto. Pero, y esto para que quede absolutamente claro, a los pocos días de Misiones yo hice una convocatoria generosa y patriótica dirigida a todos aquellos que piensan que la Argentina da para mucho más de lo que es hoy y que, a partir del momento económico muy favorable que estamos viviendo, el país tenía que echar bases de crecimiento para los próximos 20 años. Les pedí a todos los que piensan así que nos sentáramos a una mesa con generosidad y humildad y sin condicionamientos previos. Es importante discutir con qué normas convivimos. En la etapa electoral de hoy, pensando en el día después de ganar para no repetir experiencias frustrantes del pasado. Me refiero, por ejemplo, a amontonamientos contra alguien. Y recién después de discutir estas cosas profundas ir a la discusión por las candidaturas.

Sin embargo, parecería difícil constituir un frente importante. Lavagna, usted, algunos sectores independientes...
—Quien mucho abarca... como decía mi abuela. Tan amplio, no. Yo todavía soy optimista con respecto al calendario. Hay que dejarlo avanzar un poco más, clarificar las fechas, ver la posición del oficialismo... Va a haber alguna mesa de diálogo... Depongamos, entonces, actitudes personalistas, prejuicios, y sentémonos a discutir qué es lo que queremos hacer en el país. A partir del superávit fiscal hace falta una revolución educativa, tecnológica. Hace falta, por supuesto, un federalismo vigoroso y no una concertación hegemónica de poder como la que tenemos hoy. Hace falta, claro, una política exterior amplia que nos vincule con el mundo entero, etc. Creo que todas estas cosas deberían unirnos detrás de una única propuesta.

—A propósito de superávit fiscal, ¿cómo analiza el paro del campo?
—Yo diría... Voy a ponerle un ejemplo de lo que “no” debe hacer un gobierno que mire a largo plazo y tenga visión de futuro inteligente. El ejemplo más claro de lo que no debe hacerse es lo que ocurrió con la carne. Un verdadero disparate. Y alrededor de esto se ha movido la relación de este gobierno con el campo. Un sector que nos permitió (no hay que olvidarlo) la recuperación económica. Y algo todavía más importante: es un sector que nos permite, aún hoy, tener mayor potencialidad de crecimiento. Piense usted que la Argentina tiene una actividad promedio de exportación de 250 dólares. Australia está en más de 1.000. Esto quiere decir que con la misma producción que tenemos podríamos exportar cuatro veces más. La diferencia entre un número y otro significa trabajo de más calidad, de mayor valor. Obviamente, para esto se necesita más educación, capacitación e inversión. El campo tiene muchísimo margen para crecer y en el contexto actual yo llamaría a la política oficial hacia el campo “sembrando por un sueño”. ¿Por qué? Pues porque el productor debe sembrar sin tener la menor idea de con qué se va a encontrar después; con qué nueva medida van a sorprenderlo y con un jurado que no despierta ninguna confianza. Imagínese: Moreno, Miceli, el secretario de Agricultura. Y por si esto fuera poco, aparece un D’Elía que se mete en el campo de uno y decreta que es de él. El productor agropecuario está en crisis y se pregunta si es parte activa en la recuperación del país o un enemigo del país. La gente del campo ha hecho un aporte y creo que el Gobierno se ha equivocado de aquí a la China.

Macri se distiende y ríe francamente:
—Justamente, ¡la China! ¡El país al que, actualmente, más le vendemos! Volviendo al tema: el Gobierno ha equivocado totalmente su política agropecuaria... Si queremos que haya distribución de la riqueza, necesitamos, antes que nada, gente que sepa generarla. Y los que la generan con su talento tienen que ser solidarios, pagar su Impuesto a las Ganancias para que un Estado (no el de ahora), que funcione con inteligencia y distribuya entre los que menos tienen a través de una buena educación, una buena salud, seguridad en su barrio y en su casa... En este momento estoy caminando mucho por el país y observo el desastre de nuestros caminos. ¡Parece increíble que esta enorme riqueza nuestra salga por esas rutas! Desgraciadamente, tenemos el récord de accidentes y muertes por accidentes automovilísticos. Es un récord penoso a nivel mundial porque son rutas sin banquina donde conviven durante horas camiones con autos jugándose la vida para llegar de un punto al otro. Por supuesto que los argentinos necesitan generadores de riqueza pero también un Estado que los aliente, que les demuestre que es su socio y no su enemigo.

Tenemos el ejemplo de Australia y Nueva Zelanda...
—Sí y, mucho más cerca, Brasil, que crece en lo agropecuario en forma sistemática. Australia exporta cinco veces más carne que nosotros y la exportación de pollos de Brasil es quince veces superior a la nuestra. Una tonelada de soja más una tonelada de maíz valen menos de un tercio que una tonelada de pollo. Me pregunto, entonces, por qué exportamos soja si podríamos exportar pollo. La respuesta es que no tenemos una política de inversión ni de infraestructura. En este momento hay en el mundo una potencialidad tan impresionante que terminamos por tener la sensación de que la Argentina está con el freno de mano puesto sin poder ponernos de acuerdo en un sector tan fundamental como el agropecuario.

—Por ejemplo, ¿cómo analiza la propuesta del presidente Chávez en el caso SanCor?
Nada de lo que hace Chávez me resulta agradable. No es un modelo que yo comparta. No es el tipo de democracia que quiero para mi país. No me gusta tanto personalismo. Soy un amante de la moderación. SanCor es una empresa de larga tradición que me merece respeto y no me gusta que ninguna empresa tenga un problema financiero, que colapse, pero nadie mejor que SanCor sabrá cuál es la mejor solución para ella. Ellos tienen el mecanismo de la convocatoria, pueden ordenar sus pasivos, ampliar su capital. Yo dejaría que ellos eligieran cuál es su mejor salida, ¿no?

—A propósito de inversiones, ¿cuál es su análisis de un tema cada vez mas difícil como es el de Botnia en Uruguay?
—La verdad es que me da tristeza porque es otro episodio más de improvisación por parte del Gobierno. Hace poco más de tres años que el Gobierno argentino tomó conocimiento de que empezaban a construir estas fábricas en esta ubicación, y recién ha reaccionado cuando la colectividad de Gualeguaychú (y lo digo con envidia porque vengo luchando infructuosamente desde hace 4 años por la limpieza del Riachuelo) ha comenzado a defender su ecología. El Gobierno nacional ha reaccionado mal y se expone a papelones sistemáticos como la votación del Banco Mundial y del Tribunal de La Haya. A propósito, recuerdo que, en Diputados, el único bloque que votó en contra de ir a La Haya fue el bloque del PRO. Lo único que le pido al Presidente es que levante el teléfono e invite a Tabaré a sentarse a una mesa buscando alguna solución.

Volviendo al inicio de nuestra conversación, cuando leo en los diarios “Macri trabaja para ser presidente” o me intereso por su discusión con Lavagna, que es un hombre serio e internacionalmente respetado, también recuerdo el terrible secuestro que usted sufrió a manos de la Banda de los Comisarios. Durante esos días, ¿usted pensó que el futuro podría ofrecerle esta compensación, pensó que iba a ser liberado, que iba a zafar de una muerte bastante probable?
La mirada de Mauricio se vuelve diferente.
—Como todas las víctimas de un delito tan perverso como es un secuestro, yo oscilaba en un mar de dudas. En mis largas conversaciones con el que me cuidaba (él me decía Mario y yo le decía también Mario), trataba de testear a ver si me iban a dejar ir con vida o no. Con ese Mario llegamos a crear un vínculo: él era de Boca y yo también. Le dije que mi sueño era llegar a ser presidente de Boca. Y cuando yo entraba en crisis, cuando me veía muy desesperado, Mario me decía: “Vamos, ¿cómo voy a matar al futuro presidente de Boca?”. Bueno... fueron momentos terribles. Eso de estar hablando con alguien a quien ni siquiera uno le ve la cara... todo eso hacía que me sintiera muy vulnerable.

—¿ Usted estaba encapuchado?
—No. Estaba en una caja de madera de dos por dos y él se comunicaba por un agujero en el techo. Por eso no le veía la cara.
El horror parece haberse instalado entre nosotros. Finalmente, le explico lo extraño que resulta hablar con él de circunstancias límite.

—¿Sabe qué pasa? –le explico–, usted es tan exitoso: presidente del club Boca Juniors; afortunado con mujeres muy lindas; miembro de una familia con poder y, hoy, deseando ser presidente de la República y en un lugar importante del espectro político... por eso cuesta pensar que usted, en aquel momento, estaba tan desamparado como puede estarlo ahora el joven Iannone, del que no sabemos nada.
—Vuelvo a repetir... cuando veo lo de Iannone en el diario me desespero porque es imposible explicar lo que se sufre adentro del cautiverio y lo que se sufre, luego, afuera. Lo he vivido con mi hermana. Ahí estuve del lado de afuera. Es algo muy dañino, muy terrible. Aun cuando, como en mi caso, fui liberado, cuesta mucho recuperarse. Si la gente a la que la asaltan o le roban la casa en su ausencia tiene problemas durante mucho tiempo, imagínese usted lo que significa que a uno le peguen, lo amordacen y lo encadenen al piso. Durante 15 días estuve sometido a la voluntad de mis secuestradores. Comía cuando ellos querían, dormía cuando me lo permitían y los escuchaba jugar a que me iban a matar. Ningún ser humano merece este tipo de daño. Como sociedad, debemos luchar contra los que cometen este tipo de delito.

Con esa terrible experiencia vivida, ¿qué opinión le merece el manejo que hace el Estado del tema seguridad?
—Yo diría que hay una especie de rechazo a ocuparse de la seguridad. Acá hubo un grupo de gente que honestamente defendió la tesis de que la seguridad era un tema que se arreglaba bajando la pobreza y la exclusión. Por suerte, la pobreza ha bajado en los últimos cuatro años pero diría que la seguridad empeoró. Esto quiere decir que no sólo es necesario combatir la pobreza sino que hay que tener una política de seguridad que incluya, antes que nada, una política de prevención. Los cuantiosos ingresos impositivos que se perciben hoy gracias al esfuerzo de toda la comunidad desaparecen sistemáticamente debido a la ineficiencia, la corrupción y el clientelismo. ¡No han logrado siquiera que los jóvenes terminen el colegio! Que tengan salidas laborales a través de distintos oficios, ya que no todos desean ir a la Universidad. Los jóvenes, en cambio, quedan expuestos al mundo del delito y del narcotráfico. Esa porquería del paco termina convirtiéndolos en enemigos de su propia familia. Las estadísticas son terribles. Más del 50% de los delitos son cometidos por jóvenes de entre 15 y 24 años que están totalmente alterados por la droga. Cada vez observamos homicidios más violentos. No hay piedad ni para las mujeres ni para los viejos. Yo, entonces, le digo al Gobierno: señores, primero prevención, y segundo, ¡no podemos tener a la Policía, a los miembros de las fuerzas de seguridad, como un marginado social con el sueldo más bajo de la escala y estar sometidos a efectuar horas de guardia en un shopping para poder dar de comer a su familia! Hay que pagarles bien, entrenarlos y capacitarlos para anticiparse al delito. En tercer término, creo que los jueces deberían revisar las teorías garantistas (que en los años 70, en Italia, llamaban abolicionistas y que finalmente fueron derogadas) por las que un preso entra por una puerta y sale por otra. Para reinsertar al delincuente en la sociedad también hay que reformar el sistema penitenciario y el trato a los detenidos. Pero la solución no es “soltemos a todos los presos”, porque así nunca solucionaremos el tema. En este punto creo que el Gobierno nacional tiene falencias ideológicas gravísimas.

—¿A usted le gusta Blumberg?
Macri busca las palabras:
Lo respeto mucho por el hecho de intentar transformar el dolor en vocación de servicio. Pero también creo que él, ahora, tiene que tomar una decisión: actuar o no en política. Esto se lo digo a todas las ONG. Aspiro a trabajar con ellas porque les reconozco una enorme capacidad de trabajo, austeridad, compromiso y pasión en su cometido. Pero me parece que hoy están corriendo la pelota de atrás. La manera de evitar el problema es con una política pública porque es donde se encuentran los recursos humanos y económicos. No se puede suplir al Estado. Hay lugares en donde tiene que estar presente y no puede desaparecer. La gente tiene que integrar el Estado no porque consiguió un voto sino porque se ha capacitado para esa tarea que significa lo social, la lucha contra la droga, etc. Existe en nuestra sociedad un enorme potencial que espero que tome conciencia de su responsabilidad.

Boca: el “tri” como broche final de su gestión
¿Siente algo especial ante la posibilidad de que este sea su último campeonato ganado como presidente de Boca?
—Cuando asumimos en el 95 nos conformábamos con ser protagonistas y obtener un campeonato por año. En estos once años de conducción hemos ganado hasta ahora 15 títulos, así que al “barba” más no se le puede pedir. De cualquier manera, si en el 2007 viene una Libertadores más o los títulos locales, no nos vamos a enojar.

—Su apuesta por La Volpe fue arriesgada. ¿Cree que puede salirle tan bien como con Bianchi y con Basile?
—La Volpe es un técnico de una gran trayectoria y una gran experiencia. Dirigir a Boca siempre es un desafío porque es como sentarse en la silla eléctrica. Pero demostró que tiene personalidad para bancar lo que significa ser el técnico del equipo más ganador de los últimos diez años y tiene conocimientos como para ser tan ganador como Carlos y el Coco.

—¿Qué fue lo mejor que le dio su gestión en Boca y qué fue lo peor?
—En primer lugar haber cumplido todo lo que se prometió cuando hicimos la campaña en el 95. Quisimos recuperar la gloria perdida, ordenar la institución y poner a Boca dentro de los cinco mejores equipos del mundo. Todo eso se logró y llegó acompañado por todos estos títulos. También haber sentido el apoyo de la gente aun en los momentos más difíciles, cuando los resultados deportivos no se daban. Y lo peor, los incidentes con Chacarita, porque las imágenes recorrieron el mundo.