Finalmente el Gobierno dio respuesta positiva a una de las demandas de la CGT, al elevar el tope salarial a partir del cual se aplica el Impuesto a las Ganancias. El nuevo mínimo no imponible rige con retroactividad al primero de enero, con lo cual los trabajadores que quedan en la nueva franja beneficiada por la medida recibirán próximamente el dinero que abonaron por ese tributo desde el primer mes de este año.
Pero la resolución, aunque formalmente cumplió con uno de los pedidos sindicales, no conformó a los jefes cegetistas, incluido el titular de la central obrera, Hugo Moyano, que aún la consideran insuficiente.
El argumento para sostener la queja es que debe eliminarse también la llamada "tablita de Machinea", bautizada así por el apellido del ministro de Economía de la Alianza que la estableció años atrás y mediante la cual se calcula la deducción del impuesto según el nivel de sueldos.
Moyano y el mundo sindical machacan sobre este punto, pero en realidad subyace otro malestar: los gremios pretendían un límite más alto para el mínimo no imponible.
Pero no terminarían allí los pesares sindicales, si se confirma que la devolución del dinero cobrado por Ganancias no se produciría inmediatamente, sino en los próximos meses.
La pronta recepción de esa plata por parte de los asalariados que ahora quedan excluidos del tributo significaría, al menos en el momento de recibirlo, una suma que sin dudas contribuirá a su economía doméstica.
Pero si eso no ocurre, también es seguro que surgirán molestias en los trabajadores, que podrían, con toda lógica, transmitirlas directamente a sus representantes gremiales y al Gobierno.
Además, sería oportuno que se aclare un punto que suele ser materia de confusión, a veces de manera involuntaria y otras intencionadamente. Dejar de pagar el impuesto no significará un automático y extraordinario aumento de sueldo, como se ha escuchado en algunos casos. Habrá una devolución por única vez de una suma que no será uniforme en todos los casos y el engrosamiento del ingreso a partir de la no deducción del tributo puede ser desde insignificante hasta modesta, pero nunca espectacular. Por poner un mero ejemplo, si a alguien le devuelven 500 pesos y ello significa, al mes en que se concrete el trámite, un 10 por ciento de su sueldo de ese momento, no significa que a partir de entonces haya recibido ese porcentaje de incremento salarial.
Además, podrían darse casos en que, al cobrar el aguinaldo, el monto conformado por el haber mensual habitual y el sueldo anual complementario sean pasibles de un descuento de Ganancias que podría salir del bolsillo del trabajador así como había retornado, ya que la cifra total habría superado el tope del no imponible.
En el caso de las asignaciones familiares la mejora es más previsible y concreta. La incógnita es el porcentaje en que se aumentarán esos beneficios.
De todas maneras, galimatías y especulaciones al margen, lo cierto es que todas estas medidas podrán paliar algo la depreciación de los haberes y el malhumor, pero no significarán una recuperación plena y genuina ante el avance de la inflación.
Por ahora la protesta gremial, especialmente la de Moyano, encontró un destinatario para no apuntar directamente al Gobierno: la "tablita de Machinea".
En realidad está creciendo la molestia por la insatisfacción de las demandas en la proporción que los sindicalistas quieren, por ejemplo en otros casos en los que no asoma todavía respuesta visible, como medidas que impliquen más beneficios para las obras sociales.
Y, especialmente, porque no tienen aún garantías de un aval para otra pretensión aún más fundamental, cual es la reapertura de paritarias para superar el desequilibrio producido por el aumento del costo de vida, que en muchos casos ya se devoró los incrementos salariales establecidos en la primera mitad del año.
Encima, cuando trasciende que algunas organizaciones de manera individual ya estarían en ese camino o a punto de nuevos acuerdos, lo cual, como ocurrió el año pasado cuando se otorgaron compensaciones por única vez, confirmaría que las últimas mejoras pactadas en paritarias ya son historia.
Pese a las señales del Gobierno para mantener la calma de los gremialistas, a los cuales necesitará imperiosamente en los próximos meses con vistas al nuevo turno electoral, en los días entrantes habrá cónclaves sindicales que seguramente no estarán exentos de, al menos, expresiones de reproches, molestia y preocupación. Tampoco se descarta que haya alguno o algunos que propongan ir endureciendo posturas en tanto y en cuanto no se satisfagan las exigencias sindicales.
En definitiva, la actitud de los barones cegetistas se inscribe ni más ni menos que en una categoría que desafía la lógica, excepto en la política vernácula: oficialistas y quejosos.