POLITICA

Perdón por la tristeza, pero esta Navidad hay que brindar pensando

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¿Hopenhague o Copenhague? Ni una ni la otra. Magna charla de sordos. Mirada sin pasión, la humanidad es una triste jauría tras otra de nómadas, aventureros, navegantes, voladores, espeleólogos, violadores y despanzurradores de la gran vaca muda que es la Tierra. Muchos de los que pasan por ser sus más conspicuos héroes, lo fueron por dedicar afán, y siglos, a perturbar el equilibrio del magma, del hielo, del mar, y de lo que algún tiempo fue el sinfónico ciclo de sus estaciones. Todo con ojo marciano y experimentos de terror. Por un lado, la aventura de conocer ríos, crisantemos o pájaros, y por el otro la ofensa al planeta que en el cielo gira en su azul de origen y aquí obstinamos en ahogarlo en gris.

Aún sin datos sobre el Mundo y el Yo, los antiguos fabricaron Arcas en el sitio que se les inundó y asentaron su respectiva Civilización. Nosotros (ahijados de Internet) no sabemos por cual escotilla huir de la Nada ambiental. Hace agua el Arca del mundo y el Arca natal. Todo hay que decirlo: "viene rara la mano".Las "fiestas" tapan algo, no el todo. Legislará el cordero pero aún en minoría el lobo es lobo. El absurdo prepotea al sentido común. Lo institucional es circo. La justicia, timo. Cautiva, la democracia cada tanto se deja ver asomada a un ventanuco. Su rostro es de papel.

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Somos no más que un país polizonte enganchado en la popa de un mundo al garete. La historia es impiadosa con las tribus que compran figuritas. Diezma a los ingenuos. Manduca a los tontos. Acaba otro año tras efímero arco iris legislativo y pronóstico de verano tramposo. La China (anciana) se hace un lifting cada día. La Argentina (bebé de 200 años) insiste en usar pañal no descartable. La Navidad es shopping. La familia un dibujo. Nos acosan (y violan) novísimos monstruos, planes chupapaises, cantos de sirena, timos electrónicos y cuentos de las mil y una noche. Y aquí sin despertar. Nadie quiere usar un raticida contra la droga. A la violencia se la integró al folklore nacional. Duele fiero decirlo pero mucho más callarlo.

Perdón por la tristeza pero esta Navidad es más para pensar que para brindar. La mayor obra cultural K (el juego) diezma pueblos, barrios, familias. Ya hay "máquinas tragamonedas" en el Congreso. Son de papel y otros valores de cambio. Inválida, ingenua, púber, la Argentina se disgrega ante el estupor de quienes ven llegar la inundación (y la indiferencia de los que aceptan lo que sea).

No es anuncio de ave negra. Ni moralina de cura viejo. Es lo que hay ante los ojos. Varones de 7 sños criados como ratitas de laboratorio para ver si alcanzan los reflejos de Messi y "salvan" la tesorería familiar. Chicas de 10 años adiestradas para debutar como vedettes. Mercaderes que tantean dar con un vino para el paladar adolescente. La infancia se vació. Una morbosa alteración (que gran parte de los medios reparte y el grueso de los padres comparte) descompone el universo de la familia nuclear sin argumento natural de recambio. El mundo ya no gira humano fuera. Aquí tampoco. Tal como va, lo "argentino" quebró. Pusimos el carro delante del burro. Habrá que inaugurar simposios en medio del quilombo en desmadre. Desacelerar locuras, retomar la huella, reanimar a Yupanqui. "No soy apto para eso. De Mozart sé muy poco" fue como rechazó un uruguayo el ministerio de Cultura que le ofreció Mujica. Aquí la cola de sabiondos llegaría a La Quiaca.

* Especial para Perfil.com.