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¿Por qué Cristina irrita tanto?

Al menos cinco razones políticas ayudan a explicar por qué, cuando habla, la Presidenta molesta con tanta facilidad a políticos, medios y ciudadanos de a pie.

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"Hasta cuando Cristina te elogia, vos sentís que te está diciendo: ´Sos un h... de p...".

La frase es de una persona que acompaña a la Presidenta desde hace muchos años e ilustra el estilo tan peculiar que tiene Cristina Fernández de Kirchner para comunicarse con sus semejantes. Ella parece estar siempre enojada, crispada, con la guardia alta, y eso
es algo que se trasmite en forma casi cristalina por la radio y la TV. La forma suele ser autónoma del contenido: muchas veces irrita cuando se la ve por la TV o se la escucha por la radio, pero no molesta tanto cuando se la lee al día siguiente en el diario.

Pero, ¿por qué irrita tanto? Más allá de las consideraciones psicológicas que puedan caber, hay algunas razones de orden político. En primer lugar, ella hizo toda su carrera en el Congreso, en especial en el Senado, donde adoptó un estilo destemplado, confrontativo. Elegía a sus adversarios, por lo general los barones del menemismo, y les daba sin piedad.

En segundo lugar, en esas tareas contó con el beneplácito general de los medios, siempre tan proclives a un relato maniqueo de la realidad política, donde tienen que haber buenos buenísimos por un lado y malos malísimos por el otro. Cristina era, como otros, la personificación de la justicia, la dignidad y la ética en la lucha contra el maligno riojano.

En tercer lugar, Cristina, como su marido, se construyó como una referencia democrática y progresista para los medios de la Capital Federal. Ahora, ese romance está en crisis pero durante muchos años ella pudo sostener un doble discurso semejante al de otros políticos provincianos, como el catamarqueño Vicente Saadi: podían ser democráticos y progresistas en Buenos Aires, en el eje de la Avenida de Mayo, y autoritarios y conservadores a unos cuantos kilómetros de distancia, en sus provincias.

En cuarto lugar, Cristina hizo su carrera a la sombra de su marido, Néstor: nunca tuvo que ganar votos con su propio esfuerzo buscando consensos, acuerdos; procurando la representación de sectores.

En quinto lugar, nunca antes había ocupado cargos ejecutivos; no tenía experiencia administrativa, donde la toma de decisiones públicas es un buen ejercicio en la elaboración de consensos y de acuerdos; en el diálogo con sectores diversos, muchas veces opuestos.

*Editor del diario Perfil.