POLITICA
Gobierno

Por qué los intelectuales progresistas mastican tan contentos los sapos del kirchnerismo

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| Tlam

¿Sobreviven más de 4 millones de indigentes en un país que es una de las potencias alimenticias del mundo? ¿La elite oficialista luce cada vez más rica en sus departamentos, mansiones y hoteles? ¿Casinos, bingos y tragamonedas florecen como hongos en manos de capitalistas amigos del poder? ¿La droga y los barones colombianos y mexicanos del narcotráfico avanzan en el conurbano bonaerense?

No importa nada de eso para un buen lote de intelectuales progresistas que a lo sumo consideran que se trata de sapos que deben tragar para que los Kirchner concreten los sueños e ideales de la generación del 70, a la que pertenecen en cuerpo y alma. ¿No decía acaso Perón que todo aquel que quisiera meterse en política tenía que estar preparado para tragar sapos? Pues ellos lo están haciendo, masticando con mucha alegría.

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Así, no se permiten criticar la tozudez de Néstor ni la arrogancia de Cristina ni las opacidades de De Vido ni lo subsidios de Jaime: dicen que no quieren convertirse en idiotas útiles de la derecha fascista, de la oligarquía sojera  o del imperialismo estadounidense.
Una de las banderas que más defienden es la política de derechos humanos del kirchnerismo. Algunos desafectos del gobierno andan contando ahora que Néstor Kirchner no tenía mucha idea sobre qué hacer en esa área cuando llegó al gobierno hasta que recibió a un connotado intelectual que le sugirió impulsar la anulación de las leyes de Obediencia Debida y Punto Final y reabrir los juicios a los terroristas de Estado.

Como sea, la política de derechos humanos tuvo resultados concretos: los principales represores ilegales están presos (aunque es reprochable que el gobierno haya hecho tan poco para impedir la extraña lentitud de los juicios) y es un mérito también del kirchnerismo que a nadie se le ocurra ya defender o justificar el terrorismo de la dictadura.

La política de derechos humanos del gobierno fascina a muchos intelectuales progresistas porque los redime de los errores setentistas, cuando varios de ellos defendían la lucha armada en contra de la democracia, las libertades individuales y, precisamente, los derechos humanos.

En eso, conviene recordar la autocrítica del filósofo cordobés Oscar del Barco. Hace poco más de 3 años, Del Barco escribió una carta en la que destacó que "no existe ningún ideal que justifique la muerte de un hombre, ya sea del general Aramburu, de un militante o de un policía", y sostuvo que no vale "apoyar la muerte de los hijos de los otros y levantar el No Matarás cuando se trata de nuestros propios hijos".

*Editor jefe de Perfil y autor de Operación Traviata, ¿quién mató a Rucci?.