El director de Contenidos Digitales y Audiovisuales del Grupo Perfil, Edi Zunino, se refirió este martes 4 de febrero a la muerte del juez federal Claudio Bonadio, en su columna "Qué me contás" que se emite por Radio Perfil.
Acá, el texto completo:
"La muerte es ese lugar donde nadie quiere ir, pero hacia donde todos indefectiblemente vamos. Es ese estado indeseable para el cual uno se prepara durante toda la vida, la mayor parte de las veces negándola para evitar el miedo que provoca.
Es cosa de los vivos esto de embellecer o santificar a los muertos. Necesitamos que la muerte tenga algún sentido trascendente, noble, ejemplar. Necesitamos que la muerte sea vida eterna, un salto consagratorio a la inmortalidad.
La versión más controvertida de este fenómenos cultural y humano de embellecer la muerte y a los muertos es la politización de la muerte. Una cosa es que muera uno de los nuestros y otra muy distinta es que el muerto sea uno de ellos, uno de los otros. Pero lo distinto, en este caso, no es más que la otra cara de la misma moneda: santificar o demonizar no es exactamente lo mismo, pero es igual aunque al revés.
A las 6.20 de la madrugada murió el juez Claudio Bonadío. Fue una de las figuras públicas centrales de los últimos años en la política argentina. En las redes sociales ya hay quienes están poniendo a Bonadio en el mismo altar en el que se colocó a Alberto Nisman porque fueron los que se les animaron a Cristina Kirchner y a los kirchneristas.
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La simplificación tapa en el olvido que Nisman llegó a denunciar en vida a Bonadio por conspiración y amenazas. En el santuario, Nisman y Bonadio ya no tienen chances de resolver sus cuentas pendientes. La vida es mucho más compleja que la muerte, pero se supone que conocemos la vida y no conocemos la muerte.
Del otro lado del campo de batalla, Bonadio, como Nisman, es el diablo: alguien quien antes de morir debería haberle pedido perdón a sus perseguidos.
El hecho místico de santificar, o si equivalente de demonizar se parecen sobre todo en algo: no sirven para nada. Al menos para nada más que congelarnos en los polos del resentimiento, en la convicción del odio.
Bonadio, como Nisman, tenía causas judiciales muy sensibles entre manos. Lo único valioso hacia adelante sería sustanciar lo cierto y lo falso que hay en esos expedientes. Es decir, lo comprobable o comprobado, o lo no comprobado ni comprobable de todo eso. Hacer un poder judicial confiable y no a imagen y semejanza del que manda.
Prender velas o promover conjuros es un modo de reconocernos incapaces de hacer Justicia dándole sentido a Vivir dignamente en sociedad”.