Hace apenas una semana, el presidente Mauricio Macri sonreía junto a diputados y senadores de Cambiemos al canto de “¡Queremos flan!”. El clima en la Quinta de Olivos era bastante más distendido que el de las últimas 24 horas. Sólo pasó una semana desde la viralización de esa imagen. En medio, el dólar trepó a valores inesperados para los pequeños ahorristas y para el Gobierno, incluso los más pesimistas, que tampoco vieron con buenos ojos la campaña promovida por el oficialismo con el #MacriYoTeBanco ni la agitación con un nuevo 2001. Están convencidos de que una corrida cambiaria no se combate con tuits, y de que el peronismo racional (pero peronismo al fin) espera que suenen los teléfonos para retomar la idea de una concertación.
Desde el jueves, el Gobierno intenta contener la crisis económica y política que generó la primera: los discursos del presidente, del jefe de Gabinete y del ministro de Hacienda no trajeron calma al mercado. Por el contrario, crearon más ansiedad que certeza. Las recomendaciones de Duran Barba o Rozitchner (de vuelta en algunas reuniones de Gabinete) resultaron insuficientes para dar imagen de confianza. Marcos Peña, todavía blindado, fue la prenda de cambio que Macri resiste entregar. No lo hará pero resignó a sus dos vicejefes, Mario Quintana y Gustavo Lopetegui.
Hay más nombres de ministros en la lista del ajuste, casi todos negociados minuto a minuto. En algunos casos, se trata de readecuarse a la nueva estructura del Gabinete: son ocho los ministerios que serían absorbidos por los otros doce. La desaparición de tres de ellos resultan más preocupante que el resto: Salud, Ciencia y Agroindustria (en especial ante el regreso de las retenciones al agro). En términos reales, el achique del Estado tal como se debatió ayer en Olivos no es significativo para el plan de déficit cero con el que Mauricio parece haberse obsesionado. Él mismo lo reconoció en julio. La clave para reducir el gasto público está en la negociación que el ministro del Interior, Rogelio Frigerio, encarará en las próximas semanas con los gobernadores, como detalla Diario Perfil. Frigerio es uno de los pocos integrantes del gabinete que aparece consolidado hacia el mediano plazo.
De todos modos, el jefe de Estado evalúa cambiar figuras. El ministro Jorge Faurie es uno de los posibles candidatos a dejar el equipo, para darle a la Cancillería un perfil más cercano a la búsqueda de inversiones, tal como aspira a encarar personalmente Macri en sus próximas giras al exterior. Durante todo el fin de semana, el nombre del exministro de Hacienda y Finanzas Alfonso Prat Gay volvió a sonar en la mesa (cada vez más) chica. Otro de los que volvió a acercarse al núcleo duro de Cambiemos es el del exBanco Nación Carlos Melconian. Aunque no fueron secretas, las conversaciones con Prat Gay y Melconian parecían avanzar hasta que se encontraron con una condición todavía innegociable: la expulsión de Nicolás Dujovne, criticado tanto en público como en privado. Pese a todo, Macri ratificó a Peña y “Nico”. A este último, tres veces. No sólo es quien delineó el nuevo plan de retenciones sino quien lleva adelante el diálogo con el FMI, con el que se reunirá el martes. Argentina logró justificar ante el organismo internacional la salida del exBCRA Federico Sturzenegger pero no podría hacer lo mismo con él. Los regresos parecen quedar en stand-by: Melconian no está convencido de integrarse al equipo económico si Dujovne es el conductor, Prat-Gay duda de la relación que pueda construir con él desde Cancillería. Pero más lo incomoda trabajar junto a Peña.
Este sábado, las reuniones en la Quinta llevaron muchas más horas de lo que varios participantes hubieran deseado. Parece ocurrir lo mismo este domingo. Mientras cambian las relaciones de poder con el repliegue de Peña, el presidente analiza -según pudo saber PERFIL-cómo comunicarán los anuncios esperados para este lunes y acuerda el apoyo público que necesita del resto de la coalición: Vidal, Rodríguez Larreta, Monzó y el radicalismo. De lejos, Carrió. La diputada hizo una particular escena de celos por teléfono y Twitter, donde recordó que banca al Presidente pero no pide cargos (que tampoco se le ofrecieron). El Gobierno, agradecido: el despliegue mediático de su socia es útil como un factor distractivo pero no aporta calma al rearmado del Poder Ejecutivo, que tiene por delante un panorama convulsionado y pocos argumentos para responsabilizar a la oposición por él.
Varios analistas con llegada al mercado y a determinados funcionarios que todavía forman parte del Gobierno evitan dar pronósticos tenebrosos –para eso hay otros showmen con más fama- pero reconocen que el ajuste se sentirá hasta mediados de 2019. Justo para las PASO. Diez meses que, en Argentina, pueden durar una eternidad.