La situación es la siguiente: un grupo de presos —“población en situación de encierro”, según algunos funcionarios peronistas— toma algunas cárceles y amenaza con incendiarlas si las autoridades y los jueces no les otorgan la prisión domiciliaria con el argumento de que forman parte del grupo de riesgo del coronavirus.
Para los periodistas, es una historia fabulosa, que parece salida de la ficción, y nos ocupamos de ella convenientemente. Muchas veces, sin reflexionar demasiado sobre los personajes que están protagonizando esas revueltas, glamorizándolos, idealizándolos, como se hizo tantas veces con los mafiosos y los narcos.
Como resultado, frente a una sociedad que al principio le costó reaccionar, las autoridades, con el Presidente Alberto Fernández a la cabeza, avalaron la acción de los jueces en favor de las excarcelaciones, con el argumento de que hay que proteger los derechos humanos de todos y de todas.
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Pero, claro, cuando se vio quiénes eran los presos que se iban a sus casas a seguir cumpliendo la condena, la gente reaccionó. Además, en muchos casos, ni siquiera tenían más de 65 años.
Como suele suceder, cuando la opinión pública corcoveó, los funcionaron dieron marcha atrás en el discurso y nos recordaron —siempre tan didácticos— que estamos en una república y que eso es materia de los jueces, que obran con toda libertad, sin aceptar presiones ni impulsos de otros poderes.
Ahora, ¿cómo fue que los funcionarios y los jueces aceptaron mansamente la presión de un grupo de presos cuya principal amenaza era quemar las cárceles en las que estaban alojados? Uno podría pensar que es un gobierno muy flojo, un poder judicial muy débil. ¿Será así? ¿O habrá sido una puesta en escena para activar una medida —la excarcelación de la “población en situación de encierro”— que ya estaba decidida?
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Para los periodistas, nos queda reflexionar sobre esa tendencia glamorizar a ese tipo de personas. Una cosa es la ficción, por ejemplo, las películas sobre mafiosos en las que se alaban los códigos de los “hombres de honor” —como se los llama a los integrantes de la Cosa Nostra, en Sicilia— o las series sobre narcos que rescatan la presunta sensibilidad social de Pablo Escobar Gaviria.
Otra cosa es la realidad: el “pizzo” que la mafia exige a los comerciantes para poder trabajar, las condenas a muerte de la Cosa Nostra, el veneno que trafican los narcos…
*Ceferino Reato es Editor ejecutivo de la revista Fortuna.