Amado Boudou, como vicepresidente, se encamina a seguir la misma línea que Julio Cobos. Aislado, y sin posibilidad de decidir, su rol está cada vez más supeditado a las definiciones de Cristina Kirchner. Su actividad se limitará así a mostrarse públicamente en actos protocolares o a poner la cara en el Senado cuando se lo permitan. Y cada definición se tomará según las circunstancias.
En la sesión del jueves último, en la que se aprobó por unanimidad la ley que les otorga inmunidad a los activos de los bancos centrales en el país, quedó en evidencia la nueva realidad a la que se tendrá que adaptar Boudou. Según informaron fuentes parlamentarias, el titular del Senado, que la jornada anterior había encabezado en Tucumán el acto por el Día de la Independencia, estaba decidido a presidir la sesión. Pero los líderes de la oposición le dejaron en claro a Miguel Pichetto –titular del bloque K– que iban a dedicar el comienzo de la sesión a disparar sus municiones contra el procesado vicepresidente.
Boudou mantuvo la incógnita sobre su presencia hasta último momento. Repetidas veces el secretario parlamentario, Juan Estrada, se comunicó con su segundo, Luis Borsani, que estaba en el bloque radical para transmitirle las novedades: “Dice que en diez minutos define”, se escuchó repetidas veces. Con la necesidad de aprobar el proyecto y que la sesión no quede trunca, las presiones llegaron hasta la Casa Rosada, desde donde bajó la orden de que la presidiera Gerardo Zamora, el siguiente en la línea sucesora.
“Estuvieron tres años y medio sin vicepresidente, pueden estarlo un año y medio ahora”, especuló otra fuente legislativa, comparando las situaciones de Boudou con la de Cobos. La única diferencia, no obstante, es que el radical presidía las sesiones y garantizaba un funcionamiento normal del Senado. Ahora, en cambio, las decisiones se tomarán sesión a sesión, según el clima y la conveniencia política, y atentos también a cualquier novedad que surja en la Justicia. Pero en los hechos, Boudou ocupa un cargo cada vez con menos poder. Desde la oposición también se especula con que en algún otro momento de necesidad del kirchnerismo se exija que esté presente en la sesión, para así poder lanzar sus dardos.
Otros comparan su situación con la de Carlos Menem. “Pedimos la licencia y obviamente no tuvimos respuesta. Del mismo modo, actúan ante nuestro pedido de exclusión de Menem, que presentamos hace más de un año y medio, y el oficialismo ignora”, expresó Jaime Linares, senador del GEN.
La próxima prueba de fuego está prevista para el 30 de julio, cuando el jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, debe presentar su informe de gestión. En ese caso, el radical Gerardo Morales deberá guardar la batería de medidas que dice tener contra el vice. Pero de todas formas, difícilmente los opositores se queden callados. Y allí la mira no quedaría puesta sólo en Boudou, sino también en el chaqueño. La intriga es si Capitanich querrá dar la cara solo