El país vio en vivo por TV la reasunción de Cristina Fernández de Kirchner, pero hubo muchísimos detalles que se escaparon a las cámaras de todos los canales de televisión.
El dirigente de La Cámpora, Andrés "Cuevo Larroque", se rompió en llanto cuando Cristina llegó al recinto. Fue el más emocionado del Congreso. A pocos días de jurar como diputado nacional, el camporista aplaudió como pocos los mensajes presidenciales. Cerca suyo estuvo el diputado ulta K Carlos Kunkel, quien cantó con los brazos en alto como un militante más.
La contracara fue Facundo Moyano, otro joven diputado debutando del kirchnerismo. El hijo del líder de la CGT se mostró serio, poco enfocado en el discurso presidencial y aplaudió con mucha frialdad los pasajes más festejados del mensajes de CFK. Es más, hubo momentos que se quedó cruzado de brazos mientras el bloque K explotaba en emoción.
Máximo Kirchner siguió la actitud de Moyano. El hijo de la Presidenta casi no sonrió y escuchó a su madre con el puño en el mentón al lado de su hermana, Flor Kirchner, y su novia María Rocio García.
La madre de la Jefa de Estado, Ofelia Wilhem, en un gesto maternal, le limpió la mesa llena de panfletos a su hija cuando estaba a punto de llegar. Se apoyó en la mesa legislativa con total confianza y miró fijo a la Presidenta durante todo el discurso.
La Presidenta, a todo esto, se sentó en la punta de la silla, lejos del respaldo y hojeó graficos, planillas y textos durante los 70 minutos que brindó el mensaje de investidura. Estuvo tan serena que hasta se permitió hacer chistes cuando sonó una chicharra por error. "Julián, esto con Cobos no pasaba", le dijo a Domínguez, presidente de la cámara.
En un momento, CFK preguntó: "¿Con Perón había derecho a huelga?". El recinto calló, menos la diputada del PJ Disidente Graciela Camaño. "No, con Perón no había conflictos", retrucó en voz alta. La esposa del gastronómico Luis Barrionuevo tuvo sus 20 segundos "de fama" ante la mirada del país.
Los diputados Alfonso Prat Gay y María Eugenia Estenssoro (Coalición Cívica), así como Ricardo Alfonsón (UCR), no parecieron creerles. Pusieron caras de rechazo con cada cifra que daba la Presidenta. Francisco de Narváez apuntó cada dato, igual que Pino Solanas, sólo al fondo del recinto.
Fiel a su estilo, el secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, ingresó a los empujones y forcejeos al Congreso de la Nación. Apareció por la calle Riobamba y quiso evitar a la prensa. Pero fue abordado por varios cronistas y se los sacó de encima casi al trote. En el recinto recibió un balcón de privilegio.
Hebe de Bonafini y Estela de Carlotto compartieron balcón, pero separadas por el "mediador" secretario de Derechos Humanos, Eduardo Luis Duhalde. Hoy es justamente el día de los DDHH y hubo una mención especial en el inicio del mensaje presidencial.
Quien sorprendió en un palco de visión preferencial fue el gremialista de los taxis, Omar Viviani.
El sector de los presidentes. El Príncipe Felipe de Borbón se sentó solo a un costado y más allá de los saludos protocolares, no habló con nadie. A su lado, Pepé Mujica y su esposa Lucía Topolanski apenas intercambiaron palabras con el presidente Hondureño, Porfirio Lobo.
Todo la contrario de Evo Morales (Bolivia) -el más aplaudido- y Fernando Lugo (Paraguay): conversaron como amigos durante toda la investidura.
La presidenta brasileña Dilma Rousseff, con un vestido celeste y discreto, fue la última en llegar. Se sentó entre Evo y Lugo. El que más incómodo se sintió fue el mandatario chileno Sebastian Piñera, que recibió varios reclamos desde las gradas por la represión a las marchas estudiantiles.
Medios K. Empresarios de los medios de comunicación tampoco faltaron. En silencio, Daniel Hadad -solo, sin custodia ni compañía- entró al Congreso de la Nación sobre la hora, mientras que Sergio Szpolski solo se dejo ver a la salida, rodeado de asesores.
(*) De la redacción de Perfil.com