Su escuela de gestión fue forjada por Horacio Rodríguez Larreta, quien la llevó a trabajar a la Anses cuando tenía apenas 23 años. Fue ministra porteña de Desarrollo Social con 32. Vicejefa de la Ciudad con 37. Y gobernadora bonaerense con 42. Los años le dieron a María Eugenia Vidal una muñeca política: de los empleados de PAMI que en 2000 fueron a protestar a los gritos mientras ella estaba embarazada de su primera hija, a los escraches organizados por los gremios docentes de la Provincia, la gobernadora siempre estuvo, en su carrera, rodeada de problemas de índole política. Ahora, la pelea por los fondos para Buenos Aires, tras el nuevo reparto que supone el ajuste por el acuerdo con el FMI y la media sanción del Presupuesto 2019, la devolvieron a las batallas.
Aunque íntimamente jamás pensó en alejarse del presidente Mauricio Macri, a quien reconoce como su jefe político y quien la impulsó en su carrera, su bronca por el recorte de fondos recorrió despachos oficiales y medios de comunicación como nunca antes. Los dardos de Vidal apuntaban a los ministros nacionales: Nicolás Dujovne (Hacienda), Rogelio Frigerio (Interior) y al jefe de Gabinete, Marcos Peña. Un malestar que, cuando fue apenas consultada por la reducción de gabinete, se hizo más visible. Todo bajo la premisa de “no dañar al Presidente” pero “defender el interés de todos los bonaerenses”, según sus propias palabras. Un equilibrio difícil de alcanzar.
Esta semana, de hecho, sorprendió Peña, quien pidió personalmente viajar a La Plata el miércoles por la mañana a participar de la reunión del gabinete bonaerense. Lo acordó con Vidal y con el “compañero” Salvai (como lo llama a su par bonaerense), que maneja la agenda de la gobernadora.
Del elenco vidalista, salvo Federico Suárez (Asuntos Públicos), no hay “peñistas”, sino todo lo contrario: el jefe de Gabinete genera desconfianza en La Plata, en especial entre los peronistas del staff ministerial. Allí Peña aprovechó para hablar de la visión general de Cambiemos, la quietud macroeconómica e intentó dar tranquilidad. Habló del mismo equipo y los mismos objetivos. También sobrevoló la preocupación por la crisis económica. En privado, la gobernadora es dual con Peña: por momentos critica ciertas actitudes en la crisis, por momentos también está convencida de que muchos critican al jefe de Gabinete para no pelearse con Macri. Esto último lo repite como un mantra.
Otra foto significativa se dio el jueves. Frigerio acordó con Vidal una visita conjunta a observar el avance de una obra hidráulica perteneciente al Sistema Riachuelo, que mejorará la prestación del servicio de desagües cloacales y beneficiará a unos 4,3 millones de habitantes. La iniciativa, que tendrá una inversión de 1.200 millones de dólares provenientes del Ejecutivo y un préstamo del Banco Mundial, brindará soluciones integrales en gran parte del área de concesión de la empresa AySA. La gobernadora y el ministro del Interior se respetan pero nunca tuvieron la mejor sintonía. Frigerio le repitió en varias ocasiones que fue un férreo defensor, a fin del año pasado, de la actualización del Fondo del Conurbano y que, dadas las negociaciones por el Presupuesto 2019, había que realizar un ajuste y que, como señal para que acompañen los gobernadores del PJ no podía darle una suma extra a la Provincia para compensarla.
Finalmente, el diálogo con Dujovne lo lleva el ministro de Hacienda bonaerense, Hernán Lacunza, quien llegó al macrismo como gerente general del Banco Ciudad cuando era presidido por Frigerio. Economistas, Dujovne y Lacunza son quienes discuten la letra chica de los acuerdos para la Provincia.