Tan modosito que parecía, anteayer el ministro del Interior dejó traslucir su verdadero yo y acusó a dos periodistas de Clarín y la Nación de atentar contra la calidad institucional, la transparencia electoral y la democracia. El ataque a la democracia denunciado por Randazzo se refería a una nota firmada por Mariano Obarrio en La Nación que aseguraba:
“La justicia electoral tampoco cambiará a los presidentes y auxiliares de las 85.936 mesas de todo el país. Serán los mismos que actuaron en las primarias, pese a que cientos de ellos fueron cuestionados por errores en los telegramas confeccionados en las internas abiertas y la oposición amenazó con denunciarlos penalmente”.
Ayer, el ministro sin cartera Horacio Verbitsky advirtió en Página 12 que "lo mínimo que los medios deben soportar es el señalamiento de las falsedades que propalaron. (…) Si vienen por más, es muy posible que lo encuentren. Sigan así", amenazó.
Al Gobierno no le alcanza con protagonizar realidad: también quiere escribirla. No hay mejor diálogo que un buen monólogo; deberían sincerarse y expropiar, de una vez, ambos diarios. Barone podría dirigir La Nación (con Víctor Hugo a cargo del suplemento uruguayo), Szpolski hacerse cargo de Clarín, y Electroingeniería de Canal 13. Así la democracia se vería fortalecida. No hay mejor opinión que la propia.
No estaría mal: imagínense a Telenoche sin Santo y María Laura, conducido por Florencia Peña y Andrea del Boca; A dos voces con Forster y Horacio González, y el Prende y Apaga con Sandra Russo. “La démocratie, c’est moi”, asegura el ministro parafraseando a Luis XIV.
No entiendo dónde está lo complicado de este asunto: se trata de obedecer. De tomar nota y de aceptar verdades reveladas. El ministro lo hace por nuestro bien. Y por favor, como dijo Horacio, no lo busquen. Porque lo van a encontrar.