Ni un gesto de más, ni uno de menos. La reunión de ayer entre Mauricio Macri y el Papa fue tan formal, seria y protocolar como se preveía. Pese a que Francisco recibió a solas al presidente argentino por apenas 22 minutos, en el Gobierno se dan por conformes con el encuentro y aseguran que hubo empatía entre ambos sobre preocupaciones comunes en torno a la Argentina y a la escena internacional. Ambos evitaron tocar el tema que más suspicacias había generado en los últimos días: el rosario bendecido que Jorge Bergoglio le regaló a Milagro Sala. Si la reunión no bastó para despejar la noción de que existe cierta frialdad del Pontífice hacia Macri, tampoco la acrecienta.
La audiencia en la Biblioteca del Vaticano, en el tercer piso del Palacio Apostólico, comenzó apenas pasadas las nueve y media de la mañana. El Papa recibió a Macri con mueca adusta. “Buenos días, señor presidente, ¿cómo le va?”, lo saludó. “¿Cómo le va, Francisco? Un gusto”, respondió el mandatario, antes de que Francisco lo invitara con un “avanti” a pasar al salón privado.
Tras el escueto cara a cara, Macri dio su versión sobre la charla. “Fue el contacto entre dos viejos conocidos: hacíamos esto mismo frente a la Plaza de Mayo, en la oficina donde él me recibía para repasar los temas de la Iglesia y la Ciudad”, comentó. Tal vez un tiro por elevación a Cristina Kirchner, quien se acercó a Bergoglio luego de años de enfrentarlo cuando era arzobispo de Buenos Aires. “Me aconsejó que tenga paciencia, pero que no dude en enfrentar los problemas graves de fondo de la Argentina, entre los cuales mencionó el narcotráfico y la corrupción”, completó Macri.
En los días previos al encuentro, el Gobierno se había esforzado en instalar la idea de que comparte tres prioridades con la doctrina de la Iglesia: pobreza cero, lucha contra el narcotráfico y “unidad” de los argentinos.
“Estoy contento de saber que vamos a tener apoyo de él (Francisco), porque en la Argentina hay que reparar heridas y enojos”, afirmó Macri. En ese punto, el Gobierno puede sentirse correspondido: en un comunicado oficial, el Vaticano se refirió al “buen estado de las relaciones bilaterales” entre ambos Estados y aludió al abordaje de “temas de mutuo interés”, como “la lucha a la pobreza y el narcotráfico, la justicia, la paz y la reconciliación social”. No obstante, la brevedad de la audiencia disparó especulaciones, especialmente porque los encuentros de Francisco con CFK fueron mucho más extensos. Desde el Gobierno le restaron importancia. “Fue la duración típica de las audiencias con jefes de Estado –dijo a PERFIL un funcionario que acompañó a Macri en Roma–. El Presidente nunca tiene reuniones largas y, en general, el Papa tampoco. Los encuentros con CFK no sirven como medida porque hoy estamos en un paradigma totalmente distinto. Ahora, la relación bilateral es normal; antes no lo era”.
Es difícil fijar un parámetro para comparar. Con el mexicano Enrique Peña Nieto, Francisco estuvo 25 minutos; con el peruano Ollanta Humala y con la brasileña Dilma Rousseff, cerca de media hora; 45 minutos con el uruguayo José Mujica y con la chilena Michelle Bachelet; y con la reina de Inglaterra, sólo 17 minutos. Como sea, según los colaboradores de Macri, el mandatario salió “satisfecho” del encuentro e hizo un balance “muy positivo en lo sustantivo”.
¿Recién vendrá en 2018?
En la reunión de ayer en el Vaticano, Mauricio Macri invitó al Papa a venir a la Argentina. Según el presidente, Francisco le respondió que este año “su agenda no se lo permite”, pero le prometió que viajará a su país natal “lo antes posible”.
En el Gobierno subrayan que “se sabe desde hace tiempo que 2016 está cerrado” en la agenda papal.
La expectativa es que la visita se concrete en 2017. Pero el hecho de que sea un año electoral –habrá comicios legislativos– podría frustrar la chance: el Pontífice dejó clara su molestia por el uso político que se hace de su figura en la Argentina. Podría ser recién 2018.