Las polémicas elecciones en Tucumán dejaron en evidencia una serie de problemas que tiene el sistema electoral que van mucho más allá del tipo de boleta utilizada. Dirigentes de diversas fuerzas políticas vienen analizando desde hace años irregularidades que encuentran, desde la confección de los padrones hasta la carga de telegramas en el escrutinio. Antes, durante y después de la votación se acumulan decisiones que generan suspicacias.
Por un lado están las prácticas cuestionadas, como el reparto de prebendas durante la campaña o directamente la compra de votos el día de la elección. Pero por el otro, todos los pasos formales son puestos en la mira.
El primero de todos es el padrón electoral. Se confecciona con datos del Renaper (Registro de las Personas) que envía la información a la Justicia Electoral. Las planillas mantienen a personas fallecidas hace varios años o en domicilios no habilitados, como la Casa Rosada o el Congreso. Además, el Gobierno tiene la posibilidad de saber quiénes son las personas que en cada mesa del país, por diversos motivos, ya no votan.
A las autoridades de mesa las designa la Justicia Electoral de cada distrito de manera aleatoria. Pero el resultado es un marcado ausentismo. En muchos casos, se comprobó que los reemplazantes terminan siendo militantes de alguna fuerza política. Los especialistas coinciden en que en cualquier sistema que se implemente, los fiscales de los partidos son necesarios para controlar el momento del escrutinio. Mucho más aún si las autoridades de mesa no están debidamente capacitadas.
El último punto que está en la mira es el de los telegramas. Candidatos, incluso oficialistas que compitieron en internas, encontraron con sorpresa que recibieron cero votos en una mesa y varias decenas en la de al lado.