De gustos sobrios y dueña de una elegancia como sólo alguien que viajó por el mundo puede lucir, Juliana Awada (41) dice que, antes que nada, es madre. Quizá se deba a la estrecha relación que tiene con Elsa Esther Baker, o ‘Pomi’, su mamá, a quien considera su ejemplo de vida.
La historia de Awada está signada por los viajes. Luego de finalizar el secundario en el Instituto Chester College, Juliana viajó dos meses a Oxford, Inglaterra, a perfeccionar su inglés. Asegura que le hubiera gustado estudiar diseño, pero en cuanto volvió se incorporó a la empresa familiar —que lleva su apellido— no por necesidad ni presión de su familia, sino por decisión propia. En las entrevistas que dio durante la campaña de su marido, el ahora presidente electo Mauricio Macri, siempre se refirió a “la importancia del trabajo”.
Los viajes compartidos con ‘Pomi’ a las principales capitales de la moda ya eran un clásico, pero en cuanto ésta se incorporó al equipo creativo de Awada como diseñadora, estos viajes tomaron otro color, mientras buscaban colores, géneros y diseños inspiradores para sus colecciones en París o en Milán, ‘Pomi’ le contaba a Juliana las historias de su vida.
Hoy, Awada intenta recrear esos momentos con sus hijas, Valentina y Antonia (ver aparte). En cuanto a su perfil como diseñadora, Juliana se define amante de los colores neutros y estilos sobrios. Considera que la clave de la ropa está en la calidad de los géneros. Entre sus diseñadores preferidos destaca a Valentino y Chanel, y, en lo que se refiere a creadores argentinos, elige a María Cher, Lupe, Cora Groppo y Evangelina Bomparola.
Su estilo personal es urbano, fresco y femenino. En su vestidor predominan los colores blanco, beige, camel, gris, negro y el azul marino. Utiliza jeans con camisas y blazers, zapatos bajos o stilettos, poco maquillaje y su infaltable Rolex para completar. Reconoce que su debilidad son las carteras y los zapatos. Sus fetiches son el perfume Un Jardin sur le Nil, de Hermès, que usa hace años, y su agenda Louis Vuitton.
Su familia es de ascendencia sirio-libanesa musulmana, pero asegura que ni su mamá, ni su papá, fallecido hace tres años, se interesaron en educar a sus hijos dentro de la religión. Awada asegura haber tenido una infancia muy feliz. “Teníamos una casa linda, gente que nos atendía, íbamos a buenos colegios. Jamás nos faltó nada”, contó en una entrevista.
La nueva primera dama es la menor de cinco hermanos: Zoraida, Daniel, Alejandro y Leila. Alejandro es actor, y la “oveja negra”: declaró que su hermana Leila también se dedicó al arte, pero con un perfil más bajo: es artista plástica. Los dos mayores, en cambio, siguieron los pasos familiaries: Zoraida dirige el área de marketing de Awada y Daniel es dueño de Cheeky y Cómo Quieres que te quiera, dos marcas líderes en indumentaria infantil y juvenil, en las que Juliana también da una mano desde el área de diseño. Sus nombres trascendieron por acusaciones de que sus prendas se cosen en talleres clandestinos con trabajo esclavo. Ese y los vínculos de la familia Awada con el menemismo parecen ser los dos puntos oscuros que alcanzan a la mujer de Macri.
Deportes y cocina. Awada dice que dedica también tiempo a otra de sus pasiones: la cocina. Una vez por semana, los visitan en su casa los hijos mayores de Macri, y asegura que es ella misma la que hace las compras y prepara la cena. Va al Barrio Chino de Belgrano en busca de nuevos ingredientes y sabores. Su comida preferida es el asado, pero prepara buenos risottos y pescados.
También se declara hiperactiva. En su vida, el golf no es un detalle más. Desde chica pasó mucho tiempo con su familia en los campos del Club San Andrés. Mauricio Macri y su hermano Daniel fueron compañeros en ese deporte. Pero no fue allí donde nació el amor: el escenario del encuentro fue el gimnasio Ocampo Wellness Club, de Barrio Parque. Si bien ella aclara que no fue amor a primera vista y que Macri tuvo que “remarla un poco”, la relación avanzó rápido. Él le pidió matrimonio el mismo día en que se mudaron juntos, y al poco tiempo llegó Antonia.
Su primera hija, Valentina, la tuvocon el conde Bruno Laurent Barbier, miembro de una de las familias más ricas de Bélgica y que en Argentina se dedica al negocio de la soja. Se acababa de separar de Gustavo Copello, con quien se había casado a los 23 años. En un vuelo a París, Barbier le dijo a ‘Pomi’ Awada que iba a casarse con su hija. Eso no ocurrió, aunque pasaron diez años juntos.
Acompañar, un rol que aprendió
Juliana Awada asegura que la política le interesa sólo como ciudadana. De cultivar un bajo perfil, la flamante primera dama tuvo que aprender a participar de actos, galas y entrevistas mientras Macri desempeñaba su rol como jefe de gobierno porteño. Sin embargo, los asesores macristas fueron subiéndole el nivel de exposición a medida que su marido se acercaba a la presidencia.
La última gran ocasión fue el cierre de campaña de Macri en la Quebrada de Humahuaca, en Jujuy; y antes del ballotage, se había hecho presente en el debate entre candidatos presidenciales. Apareció sobre el final para darle a su marido el beso que fue blanco de comentarios, notas periodísticas y toda clase de memes en las redes. Awada también lo acompañó este año en su encuentro con la alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, y con el ex presidente francés Nicolas Sarkozy y su esposa, Carla Bruni.
Más tímida que ahora, con más horas de cámaras encima, tuvo que asumir el rol de anfitriona en la reapertura del Teatro Colón en 2011, y en 2013, fue como primera dama porteña a visitar al Papa Francisco en 2013.
Valentina y Antonia, su principal ocupación
Awada asegura que le gusta “el rol de la mujer que se ocupa de su casa, sus hijos y su marido”. Antes de tener hijos, dedicaba más horas a la empresa familiar, aunque dice que aún se dedica a ello. Tras la llegada de Antonia (4), su hija con Macri, acomodó su rutina para pasar más tiempo con ella y con Valentina Barbier (12).
La primera dama disfruta de armar “programas sólo de chicas”, como pasar unos días en Punta del Este o compartir una tarde de campo. Siempre involucró a Valentina en las distintas etapas de su relación con Mauricio Macri. En su casamiento, la nena había preparado un discurso para compartir con los invitados, pero sólo se animó a decir “Mami, te quiero y te veo muy bien con Mauri”. Según su mamá, la hija mayor de Awada siempre había querido una hermanita, que finalmente llegó en octubre del 2011 con el nacimiento de Antonia, en el cual estuvo presente.
Awada comparte con sus hijas la pasión por los caballos, el polo y el esquí. Antonia ya hizo su debut en las pistas de Cerro Bayo, en Villa La Angostura, con toda su familia como testigo.