POLITICA
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Uno de los protagonistas clave del drama de los hijos de desaparecidos será columnista de Perfil.com

Desde hoy, Matías Reggiardo Tolosa, uno de los mellizos apropiados por el comisario Samuel Miara, escribe en Perfil.com sobre Derechos Humanos y democracia. Aborda su relación con otros hijos de desaparecidos y cuenta cómo transformó el dolor en acción.

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| Cedoc

A lo largo de mi vida me ha tocado lidiar con realidades muy difíciles para un niño y para un adolescente. Desde pequeño intenté abrazar con la fragilidad de una mente infantil las ideas abstractas que ennoblecen al ser humano como individuo y como especie. Es así que las palabras "Justicia" y "Verdad" siempre han ocupado mi pensamiento. Luego con el correr de los años pude ir lidiando con las complejidades y trampas que la persecución de esas ideas implicaba y lo difícil que a veces se torna trazar una línea tajante sobre el tan requerido paradero de la "Verdad" y el tan esquivo equilibrio que en su báscula busca la Justicia.
 

Por un montón de razones personales por muchos años me sentí distante hacia aquellos que han perseguido mitigar los efectos menos visibles y más ocultos del paso del terrorismo de Estado por la Argentina. Entre esos efectos se encuentra la existencia de unos centenares de jóvenes que aún desconocen su verdadera identidad.  En mi caso, mi identidad me fue sencillamente otorgada, me fue dada o devuelta, según como se lo quiera mirar, sin mi esfuerzo o compromiso personal, por el hecho de que yo era menor de edad en el momento en que se emprendió el camino de mi búsqueda.

Quizás por este hecho o por otros hechos que me tocaron vivir, hoy en día siento como ser humano una enorme empatía por otras víctimas de aquellos años. Una empatía que me permite apreciar sin egoísmos lo ocurrido y me permite valorar la enorme fortuna que he corrido, una empatía que no me permite dormir tranquilo disfrutando en forma egoísta de mi suerte sin ver la mitad vacía del vaso, una mitad que más que mitad es tres cuartos, es decir, los otros hermanos que aún navegan en las tinieblas que los alejan de la verdad.

Este espíritu es el que siempre ha regido la búsqueda de la verdad en materia de Identidad, es el que siempre ha hecho sentir que cada hermano o nieto aparecido es un hermano o nieto propio, es el que nos hace sentir que sólo en la unidad podremos encontrar reparo del drama humano profundo que las heridas nos han dejado.

Es por esta razón que en el acercamiento a personas con historias similares no sólo encuentro un consuelo existencial sino que además me siento realizado como ser humano, dado a que frente a la incontrastable fatalidad que ha signado mi vida en su comienzo, existe algo difícil de definir que quizás tenga que ver con la necesidad de transformar el dolor propio en acción y darle a mi vida un sentido de trascendencia al utilizar el propio dolor para ayudar o apoyar a otros.

Mi convicción espiritual me obliga a abrirme de lleno a las demás víctimas. Desde hace un tiempo a esta parte mis oídos dejaron de estar sordos frente al inevitable tic tac del reloj que marca el tiempo. El tiempo que transcurre y nos aleja lenta y cruelmente de la posibilidad de encontrar a los que faltan.

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