POLITICA
Entrevista de Fontevecchia

Victoria Donda: "Me niego a que Rico sea una opción"

Tras haberlo insultado en marzo del año pasado, la diputada accedió a hablar con el director de Perfil. Los crimenes de lesa humanidad y el desencanto con el Gobierno .

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| Nstor Grassi

—¿En otro reportaje contó: “Empecé a militar a los 16 años en el movimiento Barrios de Pie y por una investigación de la agrupación HIJOS un grupo de Abuelas de Plaza de Mayo se acercó para decirme que había posibilidades de que fuera nieta de una de ellas”. ¿Cómo surgió el impulso inicial para militar cuando no conocía su condición de hija de desaparecidos?
 

—A los 16 años empiezo a hacer actividades sociales. Después, en la agrupación juvenil Venceremos, que en 2002 formó Barrios de Pie.

—Estaba en el secundario.
 

—Sí, empiezo en la Parroquia del Niño Jesús por un cura. Iba a una escuela de monjas, el colegio Sagrada Familia.

—Leí que en la escuela siempre la mandaban a confesarse porque era “liera” y el cura Luis, de la escuela de monjas donde hizo la secundaria, le regaló un libro que la impulsó a ver la vida de otra manera. ¿Cuál era ese libro?
 

—Obras Completas del Che Guevara. Tenía 15 años.

—¿Cómo aparecieron sus primeras sospechas sobre su identidad?
 

—Nunca tuve sospechas. Un compañero que yo respeto mucho, con el que las Abuelas se contactaron, me dijo que había posibilidades de que fuera hija de desaparecidos.

—Afirmó: “El día en que recuperamos la ESMA, decidí hacerme el ADN”, al referirse a aquel 24 de marzo de 2004, cuando el presidente Néstor Kirchner traspasó las instalaciones del ex centro clandestino, donde usted nació, al Gobierno de la Ciudad para convertirlo en espacio para la memoria. ¿Cómo fue ese día?
 

—Hacía muchísimo calor, yo no sabía qué ponerme, y me puse unos tacos negros muy altos y me dolían los pies. Llegué con mis compañeros de Barrios de Pie y en ese momento ya sabía que podía ser hija de desaparecidos, me lo habían dicho en agosto de 2003. Tenía mucha relación con las chicas de HIJOS, y me acompañaron en todo el proceso de decidir hacer el ADN. Me fui a la columna de HIJOS, en la puerta de la ESMA, y al lado mío estaba Paula, una compañera de HIJOS, que estaba embarazada de León, su hijo. Le pregunté de cuánto tiempo estaba y me dijo: “De cinco meses”, y pensé que tal vez cuando mi mamá entró en la ESMA yo era chiquitita como ese bebé y esa mujer se merecía que yo supiera cómo se llamaba.

—¿Soportó la duda entre agosto y marzo?
 

—No dudaba acerca de la importancia de conocer mi identidad, pero tenía mucho miedo y eso me paralizaba.

—¿Lo hablaba con alguien?
 

—Sí, con mis compañeros y amigos, que me sirvieron mucho de apoyo.

—Desde que le surgió la duda hasta que se hizo el ADN, ¿lo consultó alguna vez con sus padres no biológicos?
 

—Sí.

—¿Y qué le decían?
 

—Que me haga el análisis.

—Su abuela fue una de las doce fundadoras de Abuelas de Plaza de Mayo.
 

—Sí.

—Y está viviendo en Toronto.
 

—Desde la sanción de la Ley de Obediencia Debida y el Punto Final, que dejó en libertad a mi tío, Adolfo Donda. Cuando sale, le hace un juicio por la tenencia de mi hermana mayor a mi abuela y se lo gana, y entonces mi abuela decide irse.

—Su tío, el capitán de navío Adolfo Miguel Donda Tigel, es sindicado como responsable de la muerte de su propio hermano y su cuñada, que son sus padres, y de haber sido quien la entregó a sus apropiadores. ¿Usted tuvo relación con él?
 

—Hicimos un documental sobre la vida de mis padres. De mi mamá salieron muchas cosas, de mi papá mucho menos. Cuando llegué a la base naval de Río Santiago me dijeron que ahí estaba detenido mi tío; después de algunas vueltas, pedí verlo; le preguntaron si quería verme, y contestó que no porque no le constaba que yo fuera su sobrina.

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