POLITICA

Volvió la ira

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Nadar es moldear la naturaleza de modo tal que simultáneamente ella lo sostenga a uno. El Gobierno venía moldeando la realidad con éxito pero creyó no necesitar más que la realidad lo sostuviera y después de haber sido campeón de nado corre el riesgo de hundirse por el peso de su omnipotencia. Desde que estalló el caso Schoklender –y después el escándalo del Inadi–, se comenzó a olfatear en el aire un cambio de ciclo. Que podría consolidarse si, como se supone, el pedido de los hijos de la dueña de Clarín para que se realice “con la mayor premura” una nueva extracción de sangre y se confronten sus ADN con todo el Banco Nacional de Datos Genéticos fuera porque están confiados en no ser hijos de desaparecidos.

Tras la muerte de Néstor Kirchner se había producido una reducción de la beligerancia gubernamental, atribuida a la menor violencia de Cristina Kirchner y a la búsqueda de congraciarse con la parte de la clase media que culturalmente rechaza los extremismos.

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Pero desde la semana pasada, se percibe un recrudecimiento en la embestida contra medios y periodistas no afines desde las usinas oficialistas de desprestigio, lo que probablemente sea un indicador de nerviosismo gubernamental y del regreso de prácticas más agresivas. Métodos que progresivamente se fueron dejando de usar durante los últimos meses porque las encuestas indicaban que triunfarían en octubre con comodidad, pero que ahora volvieron a ser reactivados con igual o más intensidad.

Desde los comentarios de las punto com de los diarios, las redes sociales, los programas oficialistas y otros órganos que practican “periodismo militante” se volvió a ametrallar a periodistas y medios con las mismas críticas de siempre. Es revelador observar que en nuestro caso se nos vuelve a acusar una y otra vez de haber apoyado a la dictadura, cuando de todos los medios que sobrevivieron aquella época es Editorial Perfil la que más sufrió persecuciones, con la clausura de su principal revista, sumada a mi detención en El Olimpo, más el decreto por el cual la Junta militar ordenó arrestarme, además del asilo en la Embajada de Venezuela y el posterior exilio. Hechos documentados en la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (Conadep), con causas judiciales, hábeas corpus y todo publicado ampliamente en la prensa argentina y en parte de la extranjera.

Si en los casos de los hijos de la dueña de Clarín la Justicia terminara demostrando que el Gobierno se equivocó, los comunicadores oficialistas podrían escudarse argumentando que sinceramente creían que podía tratarse de hijos de desaparecidos porque las sospechas les resultaban más o menos verosímiles. Pero en el caso de Editorial Perfil mienten a conciencia, lo que a priori ya les resta credibilidad a las acusaciones que vienen realizando contra Clarín y La Nación por la compra de Papel Prensa y los encuadra dentro de lo que penalmente se denomina “real malicia”, es decir: no aquel que difunde un error creyéndolo cierto, sino que sabiéndolo falso igual lo difunde para dañar.

Las encuestas ya comienzan a indicar el alto costo en intención de voto que tiene el caso Schoklender para la reelección de Cristina Kirchner. Pero antes de que lo reflejaran las encuestas, los periodistas no alineados con el Gobierno pudimos percibirlo en lo que metafóricamente podría denominarse el “insultómetro” oficial. Sentimos en el cuerpo ese costo que el Gobierno nos cobra en forma de ataques que llegan por todas las vías de comunicación a las que apela el fundamentalismo K.

Néstor Kirchner fue agudo al acuñar aquella célebre frase: “¿Qué te pasa, Clarín? ¿Estás nervioso?”. Sus propios seguidores deberían prestar atención a ese termómetro para medir y comprender la causa de su exaltación afectiva.

En este nuevo clima enrarecido fue una lástima ver hasta a un meritorio colega, como Víctor Hugo Morales, quien siempre hizo de la caballerosidad su estilo, terminar utilizando en mi contra argumentos fabricados por la SIDE de Menem, y que sabe mentirosos, por el simple hecho de ver difundido en el diario Libre un brevísimo anticipo del nuevo libro de Majul, algo que también hace la mayoría de los diarios y no sólo las publicaciones de Editorial Perfil. ¿Por qué desplazar hacia mí la bronca que debería generarle Majul?

Víctor Hugo tiene una enorme trayectoria en los medios, pero no hace mucho tiempo que se dedica al periodismo político y padece sus consecuencias. Desde la experiencia de haber sufrido muchas acusaciones mentirosas, me permito recomendarle que no se haga tanto problema por imputaciones injustas porque la verdad termina imponiéndose. Si Majul lo acusa de no habitar su propio vestido, o sea, de falso, y el falso es su acusador, el daño de esa ofensa se extinguirá en su propia inconsistencia. Lo mismo vale para su preocupación por el futbolista Forlán; si los medios difunden rumores infundados, el tiempo los hará inverosímiles y con los años lo recordará hasta con una sonrisa.

El enojo de Víctor Hugo es apenas un hecho puntual del que secundariamente se aprovecha el aparato oficialista. Pero ya desde la semana anterior, Editorial Perfil venía acumulando acusaciones. Primero fue por la difusión de las fotos de Hebe de Bonafini disfrazada de hada Maléfica junto a Schoklender, de cardenal. Dijeron que PERFIL ya había publicado esas fotos hace dos años y ahora las republicaba sacadas de contexto para afectar a las Madres, cuando nunca antes las habíamos publicado y recién conocimos su existencia la semana pasada al difundirlas.

Después se nos acusó de querer dividir a Madres de Abuelas de Plaza de Mayo porque en una de las fotos de tapa se cortó a Carlotto que estaba junto con Bonafini. Si esa hubiera sido la intención en la apertura de la nota, no debería haber aparecido una foto, mucho más grande que la publicada en la tapa, de Carlotto y Bonafini juntas compartiendo el mismo balcón.

Y en la misma semana, desde otro programa de televisión se acusó a PERFIL de ir a buscar “con la promesa de periodismo puro” pasantes a facultades y escuelas de periodismo como TEA para ocupar puestos permanentes. Cuando todos los días se recibe una acusación diferente y de fuentes interrelacionadas, está sucediendo algo que trasciende el motivo puntual de cada acusación.

Entristece ver cómo el dispositivo de propaganda oficial a veces fagocita el futuro de buenos periodistas cuyas carreras están de ida y a los que estigmatizan dejándolos expuestos y pegados a falsedades. Qué difícil será para muchos de ellos volver a la normalidad cuando redes simbólicas de la cultura K no cuenten con los recursos del Estado para sustentarse.

Anteayer, durante la entrega del Premio Rodolfo Walsh a Hebe de Bonafini en la Facultad de Periodismo de La Plata, la concurrencia gritaba: “Che, gorila, no te lo repito más, si las tocan a las Madres qué quilombo se va a armar”. El mismo estribillo que hasta hace poco los militantes oficialistas cantaban, pero sustituyendo a Hebe por Cristina. El que las tocó fue Schoklender, pero es común desplazar la bronca contra el mensajero.