Para Walter Benjamin, el ángel de la historia mira hacia atrás. Clarín estuvo mirando al pasado durante los últimos años pero dentro de quince días, cuando se conozca el resultado del ADN de los hijos de Ernestina de Noble, volverá su cabeza hacia adelante.
Pero la sorpresiva decisión de Marcela y Felipe Noble de solicitar que se realice “con la mayor premura posible” una nueva extracción de sangre para confrontar su ADN con todo el Banco Nacional de Datos Genéticos, además de tener consecuencias para Clarín, las tiene más aún para el Gobierno, justo cuando atraviesa el momento de mayor debilitamiento de su capital ético por el escándalo de Schoklender en la Fundación Madres de Plaza de Mayo.
Desde la conformación de la alianza de Alfonsín con De Narváez en la provincia de Buenos Aires, malos vientos vienen soplando para el oficialismo. Que a Sabbatella no le permitan tener lista propia de legisladores es una señal de que las encuestas en la provincia de Buenos Aires no indican un cómodo triunfo oficialista y precisan que menos intendentes del Conurbano jueguen para De Narváez. En Córdoba, De la Sota rompió con el kirchnerismo y el Gobierno se quedó directamente sin candidatos. En Santa Fe, el candidato del Frente para la Victoria no sólo mide en las encuestas peor que el candidato del Frente Progresista sino también está por debajo del candidato del PRO porque Miguel Del Sel promete ser una revelación electoral. Y en la Ciudad de Buenos Aires es obvio que el escándalo del Inadi afecta la candidatura de Filmus porque María Rachid integra su lista de diputados.
En este contexto, si encima se confirmara que los hijos adoptivos de Ernestina de Noble no fueran hijos de desaparecidos, después que el Gobierno hizo de la pelea con Clarín “la madre de todas las batallas” y de la calidad de imprescriptibles de los casos de lesa humanidad su arma mortal, el kirchnerismo recibiría otro golpe que haría cada vez más posible la pesadilla de segunda vuelta, el escenario electoral que más lo espanta.
Tanto hizo por convertir a Clarín en un actor político y su principal opositor, que ahora un eventual triunfo de un grupo de medios se convertiría en una derrota política para el Gobierno. Y tanto hizo el kirchnerismo por asociar el prestigio de las Madres a su propia gestión, que los errores de Hebe de Bonafini pueden terminar resignificando todo su relato, dejándoles a sus críticos más duros abierto el camino para decir –aunque exageradamente– que “el modelo era la mentira”.
Perplejos, algunos; o deprimidos, otros, en el Gobierno se preguntan: ¿por qué todo sale mal al mismo tiempo cuando antes salía todo bien? La retroalimentación tanto de lo bueno como de lo malo responde a una lógica. Cuando algo se lleva al extremo –por ejemplo, la romantización del pasado– y se abusa, se corre el riesgo de desnaturalizarlo. Por ejemplo, lo que comenzó como algo sublime y que convocó a todos los argentinos en los juicios a los ex represores se terminó convirtiendo en un caballo de Troya que contenía en su interior a Schoklender y sus negocios.
Otra sinergia de ciclo es que en la fase ascendente los adversarios se atemorizan y los oportunistas quieren ser amigos del campeón. En la descendente, todos se le animan un poco más y los oportunistas comienzan a poner fichas en otros eventuales campeones. Carrió, que aunque mala pronosticadora es buena diagnosticadora, declaró ayer: “Ya no me da pena Cristina”, indicando que el efecto luto podría también comenzar a mostrar cierta obsolescencia.
* * *
Goethe decía que gris era la teoría y verde la vida. El kirchnerismo pareciera estar invirtiendo ese orden, donde verde es la teoría que declama y gris oscuro la forma en que la opera. Buenas causas, malos fines, peores medios.