Aquietados los rumores de novia fugitiva, casamiento por conveniencia y demás títulos que rodearon al matromonio formado por Charlene Wittstock y el príncipe Alberto, ayer comenzaron los festejos por la decáda del monarca monegasco como titular del trono que supo ser el más glamoroso de Europa. Y aunque hoy sus herederos más jóvenes han aportado vitalidad y frescura, sus colegas ingleses y en especial holandeses han tomado ese cetro de modernidad y cierto aggiornamiento, al menos en lo mediático. La corona española aún le va en zaga por los escándalos familiares que rodearon a Felipe y Letizia.
Ayer, en un caluroso mediodía, todos los integrantes de la familia Grimaldi asistieron al inicio de la celebración que concluirá hoy con un concierto de Robbie Williams, que es el regalo de Alberto a los ciudadanos monegascos.
Como detalle de color, Jacques y Gabriella –los mellizos de Charlene y Alberto– recibieron del pueblo de Mónaco sendos presentes de Cartier. “Se trata de dos joyas emblemáticas de esa firma, creadas en los años 20”, explicó el alcalde Georges Marsan. “Para la princesa, una hebilla de cinturón de 1925, moderna, geométrica y depurada. Para el príncipe heredero, un Grand Tank Cintrée, el primer reloj modernista de formas depuradas”. En esa ceremonia Alberto se congratuló de la “perennidad de la dinastía” que garantizan sus hijos. Al hablar de la “prosperidad” de Mónaco, recordó que el principado tiene “la obligación imperiosa de proseguir en esta vía atrayendo, en particular, a inversores extranjeros” y destacó el “esfuerzo de transparencia” realizado en materia de cooperación fiscal con otros países. Y también habló Charlene: “Eres un príncipe de corazón y tú eres el príncipe de mi corazón”. La cursilería se comprende en actos de este tipo.