La importancia que tiene Anna Wintour en el periodismo mundial se manifiesta en lo que generó el (mal) anuncio de su partida de Vogue (Estados Unidos). En el negocio de la moda, se la llama “la Papisa” por el poder que tiene. Pero fue la película El diablo se viste a la moda la que contribuyó a su popularidad fuera del ámbito fashion. También la que pone en su boca –o mejor dicho de Meryl Streep, la explicación más didáctica de lo que representa la moda como negocio en escena "Cerulean Blue", o azul cerúleo.

Luego vino el documental –autorizado–, September issue, que fue visto como la respuesta de Wintour a la imagen que de ella generó Meryl Streep en el papel de la implacable Miranda Priestly. Y más allá de eso, September...deja mucho más claro que el glamour que emana Vogue es, ante todo, un gran negocio global. Y Anna Wintour es una pieza clave no solo para esa marca, sino para Condé Nast, la editorial dueña de, entre otras publicaciones, Vogue. Ella deja el quehacer cotidiano de la revista, pero pasa a ser directora de contenido editorial de Condé Nast, y supervisará títulos como Wired, Vanity Fair, GQ, AD, Condé Nast Traveler, Glamour, Bon Appétit, Tatler, World of Interiors, Allure, entre otros. Y Vogue.
Anna Wintour soñaba con que su hija Katherine siguiera sus pasos, pero eligió ser abogada.
Ellas, la jefa. Anna Wintour integra el mismo grupo que Katharine “Kay” Graham, Diana Vreeland, Tina Brown, editoras que forman parte de la historia del periodismo internacional. Graham fue una pieza importante en la investigación del caso Watergate que hizo famoso al The Washignton Post. Y fue a la única de todo ese equipo editorial, a quien la gente del equipo del entonces presidente Richard Nixon, le hizo una amenaza de tono muy grosero. En la premiada película Todos los hombres del presidente (1976) –que narra el Caso Watergate–, no le dan siquiera un plano mudo; sí a Ben Bradlee, su marido y editor del mencionado diario. Cuarenta y un años después, Kay Graham tuvo su película, The Post, con Meryl Streep como protagonista.

Tina Brown hizo de Vanity Fair, la revista que combinó Hollywood con la política mundial, con la elite internacional como protagonista de cuestiones filantrópicas o policiales, y sus tapas fueron su sello en los 80 y 90. Sus fotógrafos, con Annie Leibovitz a la cabeza, se hicieron tan famosos como sus retratados. Y aunque Vanity Fair daba pérdidas anuales, le aportaba al portfolio de Condé Nast, un producto premium y único. Por su parte, Diana Vreeland pasó de Harper’s Bazaar a Vogue, donde entre otras muchas cosas, creó las Met Gala, y convirtió a la moda en una actividad artística y comercial. Anna Wintour llevó eso a niveles superlativos.