El último emblema viviente del blues se ha ido. Con 89 años –en septiembre cumplía 90–, y luego de una descompensación producto de un cuadro de diabetes que desde octubre pasado había complicado seriamente su salud, murió B.B. King. Fue a la madrugada en su casa de Las Vegas, donde desde hacía meses recibía asistencia médica. Y hoy, el mundo siente su pérdida como si una parte de la historia de la música y de la cultura en general se hubiese ido con él.
Sencillo, cálido, vegetariano, increíblemente virtuoso con la guitarra; así era B.B. King, una de las estrellas más longevas de su generación. Los años nunca lo pararon y siempre sostuvo que la jubilación, para él, no sería una opción.
Durante su larga carrera, publicó más de cincuenta discos y ganó quince premios Grammy. Pertenecía al escenario y lo pisó como nadie durante toda su vida, con un ritmo intenso que lo llevó a hacer un promedio de 250 shows anuales, incluso cuando la edad y su salud amenazaban con tirarlo para atrás: tenía un considerable sobrepeso y hace veinticinco años le habían diagnosticado diabetes tipo 2.
Su Lucille. Nació bajo el nombre de Riley B. King cerca de una plantación de algodón de un pequeño pueblo de Mississippi. La infancia del considerado por muchos el “rey del blues” fue una lucha constante contra la adversidad. Su familia era muy humilde y además fue abandonado por su padre y su madre cuando era niño. Se crió con su abuela materna, y fue en la música donde encontró el amor más duradero que sus matrimonios: King tuvo dos que fracasaron en gran medida por su carrera.
Según cuenta la historia, tuvo su primera guitarra a los 12 años y comenzó cantando gospel en la iglesia, y alli hizo sus primeras actuaciones. En aquella época, recogió algodón, condujo camiones y fue dj en una radio. A mediados de 1949 se mudó a Memphis, donde desarrolló un estilo único y nuevo –mezcló lo rural y lo urbano– con el que fundó las bases del blues moderno y que vio explotar en toda una generación de rockeros de los 60. Para hacerlo se valió de su famosa guitarra Gibson, a la que bautizó Lucille.
Entre sus discípulos se encuentran desde Luciano Pavarotti a The Rolling Stones. Y cómo no mencionar a Pappo, cuya relación se ha convertido en leyenda. El vínculo fue realmente cercano: B.B. King y el argentino se consideraban como padre e hijo. Pappo cumplió el sueño cuando tocó con él en 1994 en el Madison Square Garden.
Un adiós universal
“Va a haber una sesión de gran blues esta noche en el cielo”, escribió Obama. El afecto por King se reflejó en las redes sociales. Eric Clapton, Lenny Kravitz, Carlos Santana y Gene Simmons, y Tony Bennett (foto) escribieron una despedida o publicaron fotos con él. Sus once hijos están organizando los detalles del funeral, pero aún no hay detalles al respecto.