Puede haberle sucedido a algún distraído que, en algún show de Babasónicos, vio a un músico de alta silueta con un instrumento extraño. Ése es Carca (Carlos Hernán Carcacha) y su instrumento, el theremín. En su persona hay ocho álbumes, el último –Carasutra–acaba de salir a la luz luego de once años de espera. Carcasutra, es un compendio de canciones que describen el genoma del heredero de un linaje musical en peligro de extinción: talento musical al servicio de la poesía. Con colaboraciones de Julieta Venegas, Dante Spinetta y hasta de Graciela Borges, es una suerte de viaje al interior de la creatividad del “Teacher”, como lo llaman. PERFIL conversó con Carca, para acercarse un poco más a sus ideas sobre la música
—¿Qué es el rock para vos?
—Es una música que me acompañó y me ayudó a sobrellevar mi infancia, mi adolescencia y me hace vibrar junto con otras que mueven el corazón. El rock que escuché durante toda la vida tiene más que ver con maestros y maestras que me enseñaron a buscar cómo conmover.
—¿Qué cosas no negociás hoy para sacar un disco?
—Nunca negocié nada, ni en el octavo ni en el primer disco.
—¿Creés que Babasónicos influenció tu obra?
—No, no creo que influya en mi trabajo. La música no lo hace, sí influye el entorno, la convivencia y las palabras de amigos, de la familia.
—¿Son como una especie de superbanda, no?
—Sin lugar a dudas. Esto no tiene que ver con una apreciación subjetiva sino con una realidad concreta que tiene que ver con la idiosincrasia de Babasónicos: la constante superación personal.
—Y en Carasutra tenés a otra supefigura: Julieta Venegas. ¿Qué es ella para vos?
—Para mí, Julieta es una persona con un ángel y una luminosidad única en sus ojos, en su sonrisa, en su expresión, en su voz, en su expresión. Es imposible no sucumbir a sus encantos. Uno no puede pasar por esta vida sin involucrarse con Julieta Venegas. Nos conocemos y nos queremos hace muchísimos años.
—Tu nuevo disco maneja una sensualidad poco usual pero también habla del amor. ¿Con qué sentís que se encuentra quien lo escucha?
—Eso es algo muy subjetivo; no sé con qué se encuentran. Se que hice y confeccioné un álbum que pasea de manera variopinta por muchos lugares, por muchas escenas y siempre hurgando, provocando tanto situaciones cómodas como incómodas.
—¿A qué linaje dirías que pertenece tu música?
—La música hecha con el corazón pertenece al linaje divino. En teoría, la música es algo, es respetar esta teoría del ritmo, la melodía y todo eso. Y como dice Charly (García), tampoco esto te incluye en el linaje divino. Creo que tiene que ver con el permiso que nos damos nosotros, el público, para seguir creando. En esta unión, lo musical se convierte en algo sagrado.
—¿Argentina sigue siendo una tierra rockera?
—Argentina es la tierra que puede, la tierra que podemos construir. Hay factores mucho más importantes que definen si somos rockeros o no. Somos una tierra que escucha a cualquiera porque también somos una tierra que ha sabido, por otro lado, apoyar el crecimiento de muchas hermosas expresiones artísticas. Porque el público es lo que siempre define el éxito, más allá de tu éxito personal. Y supongo que somos una tierra dividida entre los caídos y los vivos. El vivo, la viva, el audaz, que apoya a un grupo cuando quiere y no importa si son tres personas o cuatro. Eso hace que después vayan millones y convierte al grupo en una gran familia. No sé si es una tierra rockera o no, porque si me pongo a pensar en la gente que llena estadios, no sé si es rock o no. A mí me gustaría que la música fuera noble, ése es mi mayor anhelo ante la expresión artística. La nobleza es un ítem que no se puede dejar de lado y creo que hoy en día es el punto de enfoque más olvidado.