Con la mirada fija en la pelota, a la que lleva con su pie izquierdo, sus brazos acompañando la cadencia del cuerpo y la remera plegada por el roce del viento en una pose que anticipa un gol. Así eligió el artista Carlos Benavídez inmortalizar a Messi en la escultura acaba de ser inaugurada en el Paseo de la Gloria en la Costanera Sur junto a la de otros héroes del deporte: Guillermo Vilas, Gabriela Sabatini, Luciana Aymar, Roberto de Vicenzo, Hugo Porta, Pascual Pérez, Juan Manuel Fangio y José Meolans. Todos realizados por Benavídez quien en octubre de 2015 fue también el encargado de esculpir al General Perón que el gobierno de Macri instaló frente a la Aduana.
—¿Cuándo le hicieron el encargo de la escultura de Messi?
—Esa particularmente está hecha desde diciembre del año pasado. Pero por cuestiones de tiempos políticos no se había encontrado el momento para inaugurarla. Hasta que se definió que fuera para festejar la Copa América. Y terminó resignificándose, como un pedido para que él no deje la Selección.
—¿Qué significó para usted hacer esta serie?
—Un gran honor y placer porque soy un amante del deporte en general. Y tuve la oportunidad de entrevistarme con la mayoría de ellos. Con quienes ya están fallecidos, me reuní con sus familiares para poder llegar a saber cómo eran y poder trabajar sobre el carácter del personaje.
—¿Cómo fue el proceso?
—Primero averigüé mucho sobre ellos y luego los entrevisté, a muchos en persona. Verlos en acción sirve mucho. Les hice preguntas sobre cuál fue su rival más difícil, o cómo manejaban la presión, cómo se sentían en la cancha... y todos me respondieron. Conocerlos me sirvió para poder quedarme con sensaciones. Mi trabajo se basa en irme nutriendo de sus gestos... Es algo intuitivo que luego transmito a la arcilla. Hago maquetas y una vez aprobadas comienzo el trabajo.
—¿Con quién tuvo más encuentros?
—Con todos estuve no menos de una hora. Pero con Guillermo Vilas me reuní tres veces. Me invitó a ver sus entrenamientos en River para que yo pudiera ver sus golpes y poses. Fue muy lindo y cálido porque también estaba su hija mayor.
—Meolans es cordobés como usted, ¿se vieron allá?
—Sucedió que él estaba en Córdoba en ese momento y yo en Buenos Aires así que fue todo por email. Nos fuimos mandando fotos hasta que llegamos a la pose. El quería que lo hiciera acostado nadando. Pero le dije que si lo hacía así, sin que muestre sus abdominales, la platea femenina me iba a matar. Se rió mucho y llegamos a un acuerdo de hacerlo en la postura que esgrime antes de lanzarse a la pileta. Fue muy humilde y de bajo perfil.
—Manu Ginobili fue quien inauguró la saga, ¿cómo fue la entrevista con él?
—Pasó algo muy gracioso. Yo ya tenía hecha la maqueta, vi claramente cuál era la pose. Y cuando nos intercambiamos emails para definirla, ¡había elegido la misma pose que yo! Lo que me puso muy feliz porque quería decir que había elegido bien. Lo hice rompiendo hacia el aro.
—¿Y la escultura de Gabriela Sabatini?
—Ella me resultó muy cálida, se abrió mucho en cada respuesta. Recuerdo que cuando le pregunté por qué se había retirado me contestó que tomó la decisión cuando se dio cuenta que ya no se divertía en la cancha. Me dijo que no pudo seguir ni siquiera en broma y no volvió a agarrar una raqueta. Sólo para la despedida en el Madison Square Garden. Ahora se dedica al ciclismo.
—Para lo que ya no están, ¿con quiénes se reunió?
—Me junté con la gente de la Fundación de Fangio con quienes tengo relación. Y con Pascual Pérez, su mujer y su hijo –que es boxeador– y me enseñó tips técnicos.