A todos les falta algo. Incluso a las divas. Susana Giménez ya puede tachar una cosa más de su lista de pendientes: ganar un premio por su labor en cine. La confirmación como estrella le llegó de la mano de la conducción, pero Susana, antes que todo, fue actriz.
Primero fue el famoso “Shock” del comercial de jabones, pero le bastó para que productores y directores le prestaran atención. Rápidamente, llegaron pequeñas participaciones en comedias que la mostraban con poca ropa y siempre desde el humor.
Pero ella quería más. Así lo sintió Susana cuando leyó la novela de Emilio Perina La Mary y con determinación le pidió a Mirtha Legrand que le consiguiera una reunión con su marido, el fallecido productor y director Daniel Tinayre, para convertir el libro en película. Lo hizo con cierto pudor porque, dijo esta semana, “no sabía si me iba a tomar en serio, venía de hacer siempre esa cosa del culito”.
Para su sorpresa, Tinayre confió en ella y la película se estrenó en 1974, con Susana y Carlos Monzón. Y la pasión que transmitieron en el set se trasladó a la vida real. Con motivo de la remasterización de La Mary y su reestreno en los cines, la Asociación de Cronistas Argentinos decidió entregar a Susana un reconocimiento a su trayectoria a como actriz. Ella lo recibió muy emocionada en la entrega de los premios Cóndor, el lunes último.
Fue un reconocimiento que significó mucho para la diva, evidentemente, porque cuando ya estaba bajando del escenario, después del discurso en el que agradeció y contó anécdotas sobre sus comienzos, volvió a tomar el micrófono para aclarar: “Esta vez le dije a mi familia: ‘Quiero que estén. Así, con este tono de voz firme’”. Y luego levantó la vista a uno de los palcos del Teatro Avenida para saludar a su hija Mercedes, sus nietos Lucía y Manuel Celasco, y las respectivas parejas de todos.