La obediencia de otros tiempos y el protocolo clásico quedaron afuera de la capilla St. George ayer por la mañana. Después del camino que abrió en su momento la princesa Diana, cuando se casó con el príncipe Carlos, los flamantes duques de Sussex no usaron sus nombres completos: al momento de manifestar su voluntad de casarse, Henry Charles Albert David y Rachel Meghan fueron simplemente Harry y Meghan.
Las calles de Windsor se llenaron de un clima festivo para celebrar esta boda que fue a su vez seguida en televisión por una audiencia global de millones en un día donde acompañó el buen tiempo.
Radiante y sonriente, a las 12 en punto, Meghan cruzó el arco de la capilla a pesar del mal momento vivido días atrás en torno a su padre, quien finalmente no estuvo en Windsor para llevarla al altar. En su lugar la esperaba su suegro, el príncipe Carlos, heredero de la Corona británica.
El reverendo Michael Curry, el primer obispo afroamericano en convertirse en presidente de la Iglesia Episcopal de su país, llevó adelante la ceremonia y pronunció un discurso titulado “El poder del amor”, que comenzó con las palabras del líder de los derechos civiles Martin Luther King. Acto seguido, the Kingdom Choir, un grupo de góspel del sudeste de Inglaterra, interpretó Stand By Me.
Minutos después, el príncipe William le entregó al arzobispo las alianzas para su bendición: el anillo de Meghan fue hecho de oro galés, un regalo de la reina; mientras que el de Harry fue una alianza de platino texturizado. El intercambio de los anillos fue otro signo de los tiempos modernos que ya son moneda corriente desde hace varios años en la monarquía que conserva más las tradiciones (antes el esposo no llevaba el anillo de compromiso). Como estaba previsto, Meghan no juró “obedecer” al príncipe, sino que ambos se juraron “amar, consolar, honrar y protegerse” mutuamente. “Soy muy afortunado, estás muy linda”, le dijo en un clima de emoción Harry. Meghan, la actriz nacida en Los Angeles y con una larga trayectoria de activismo por la igualdad de género, estuvo ahí, tranquila, mostrando un aplomo a la altura de las cirunstancias y luciendo un vestido de Clare Waight Keller, de Givenchy, que acompañó con un velo de tul de seda de cinco metros, con bordados florales que hacían referencia a los 53 países del Commonwealth, y una tiara estilo Bandeau de diamantes y platino.
“Esta no es una boda real, sino que entra en la categoría de principesca. Si bien respeta las tradiciones de la monarquía inglesa, es un casamiento bien descontracturado por tratarse de Enrique, sexto en la línea de sucesión al trono”, explica a PERFIL Arnaldo Miranda, experto en derecho nobiliario. “Que el príncipe Carlos no use un atuendo oscuro y que acompañe a la novia es parte de una cuestión pensada, un ejemplo más de que la monarquía busca acercarse al pueblo”, agrega Miranda.
Boda. Entre los invitados a la ceremonia religiosa , tumba de reyes y escenario ayer de su decimosexta boda real desde 1863, hubo alrededor de 600 invitados, entre los que se destacaron: Oprah Winfrey; la tenista Serena Williams; Elton John y su marido, David Furnish; David y Victoria Beckham, George y Amal Clooney, y los argentinos Nacho Figueras y Delfina Blaquier. El polista es amigo personal del príncipe Harry. Tonalidades pasteles como el rosa, el menta y el lila fueron las elegidas por invitadas como Winfrey, Carole Middleton y Priyanka Chopra.
El look más osado. Amal Clooney fue, según los especialistas, una de las más arriesgadas y osadas: portó un atuendo firmado por Stella McCartney en tono amarillo y por debajo de la rodilla. La que no pasó inadvertida fue la madre de la novia, Doria Ragland, quien miraba con gran emoción a su hija, a quien acompañó y contuvo ayer en su última noche de soltera. Ambas compartieron ese momento de intimidad en el hotel Cliveden House, cerca del castillo de Windsor.
Al acabar la ceremonia, los recién casados se besaron en las escaleras de la iglesia, un momento celebrado por la gente que estaba afuera. Luego, la pareja realizó un recorrido por las calles de Windsor en carroza, tirada por cuatro caballos grises, como manda la tradición en la familia real. La multitud, congregada junto a las vallas que delimitaban el camino de los recién casados, agitaba Union Jacks y banderas estadounidenses, en honor al novio británico y a la novia californiana, que hizo un visible gesto de alivio cuando el carruaje llegó a su destino, el castillo de Windsor, donde –lejos de los ojos de la prensa– se celebró un almuerzo ofrecido por la reina Isabel II.
Allí, el cantante Elton John cantó para los invitados. “Sir Elton actuó para los recién casados en reconocimiento de la estrecha conexión que tiene con el príncipe Harry y su familia”, informó un comunicado. Hace 21 años, fue quien cantó Candle in the Wind, durante el funeral de Diana de Gales. Por la noche, Carlos de Gales ofreció una fiesta a la que asistieron unas 200 personas. n
La sorpresa de la ceremonia
Si bien Harry y Meghan fueron el centro de atención, durante 12 minutos las miradas no estuvieron sobre ellos. Quien logró robarles el protagonismo fue Michael Curry, el líder de la Iglesia Episcopal en Estados Unidos.
Con un discurso teatral y citas de Martín Luther King, consiguió hacer reír y emocionar a toda la realeza inglesa. “Debemos descubrir el poder de Dios, y cuando lo hagamos, podremos cambiar el viejo mundo por uno nuevo”.
“El amor es el camino”. Con esas palabras comenzó su oración el reverendo de 65 años, nacido en Chicago. Graduado de Yale, se convirtió en presidente de la institución religiosa que, al igual que la iglesia de Inglaterra, es anglicana. Descendiente de africanos que llegaron como esclavos a Estados Unidos, comenzó su carrera como cura en 1978. Predicó en diferentes lugares hasta 2015, cuando fue presentado en su cargo actual. En los últimos cuarenta años se dedicó a atender problemas sociales que viven los afroamericanos, a las políticas discriminatorias de inmigración y también al casamiento igualitario, del que es defensor. Esto le generó controversias, ya que casó a parejas del mismo sexo, acción no aceptada por la mayoría de los anglicanos. De todas formas, fue quien junto a Justin Welby, arzobispo de Canterbury, casó a Harry con la actriz.