Desde el 13 de marzo, el trono indiscutido lo tiene el papa Francisco. Fue lo más alto que podía llegar jamás la colonización argentina a Italia, después de Maradona y Batistuta, de Lola Ponce y Valeria Mazza. Todos ellos, después de disfrutar de la fama en su país de origen, decidieron crecer profesionalmente en el país de la pizza y la pasta, que los adoptó como propios e, incluso, les dio la oportunidad de triunfar de maneras que del otro lado del océano no hubieran sido posibles.
Con el mundo globalizado de hoy, ¿es posible que alguien sea famosísimo en un país extranjero, y un desconocido en el propio? Belén Rodríguez es la prueba irrefutable de que la respuesta es sí. Porque esta showgirl, como la llaman allá, con un nombre que un argentino puede asociar más a una chica común y corriente que a una estrella, actualmente es la mujer más famosa de Italia. Pero ¿cómo se convirtió en la más deseada por millones de italianos? ¿Cómo llegó a ser conductora de programas del prime time de la RAI? ¿Cómo llegó a abrir el Festival de San Remo? Es cierto que es dueña de una belleza indiscutible, aunque no extraordinaria; no se destaca por el canto ni por el baile; tampoco es una gran actriz.
Posiblemente se trate de una “sustancia X”, un condimento especial imperceptible, o algo parecido a lo que se considera que es el carisma. Lo cierto es que esta argentina de 29 años criada en Pilar, provincia de Buenos Aires, hija de Verónica y Gustavo, hermana de Cecilia y Jeremías, que terminó el colegio secundario viendo pasar siete presidentes en una semana, sigue de cerca a Jorge Bergolgio en cuanto a fama en Italia se trata.
Fama. Lo que le pasó no es nuevo; llegó por casualidad y se fue quedando. Amor, trabajo, costumbre, y así, esperó a que llegara su momento. Hasta que finalmente pasó algo que la catapultó sin escalas a la fama absoluta. Un ex novio publicó un video muy íntimo que circuló por las computadoras italianas como pan caliente. Fue una desgracia con suerte. En aquel momento la argentina estaba en pareja con un fotógrafo de altísimo perfil, Fabrizio Corona, por lo que el video vio la luz con un timing perfecto; su cara comenzaba a hacerse familiar, como compañera del “rey de los paparazzis”, como apodaban a Corona.
Y de la noche a la mañana, ella pasó a ser “la reina del escándalo”. “Siempre voy a ser eso, ya lo sé. Pueden pasar los años, pero me van a recordar por eso”, reconoce Belén. Y aunque lamentó semejante violación a su privacidad, gracias a eso encontró el costado por donde empezar a tejer la red que dejaría al público enganchado. El personaje de niña terrible, provocadora y altamente sexual fue abrazado por los medios y el público de inmediato.
Después de un par de años de hacer de las suyas con Corona –hoy en día preso por extorsión–, como tener sexo en un lago público en un país islámico, e ir ganando terreno en la televisión conduciendo magazines o participando de reality shows como Gran hermano o La isla de los famosos –una versión de Expedición Robinson–, Belén tuvo la oportunidad de sentar cabeza. Dejó al chico malo de la prensa italiana, comenzó a participar de shows televisivos más serios, como es el Italian’s got talent, que en nuestro país tuvo su versión como Talento argentino, y se juntó con un bailarín cinco años más joven –entonces él tenía 22 y ella 27–, de familia religiosa y sin pasado polémico: Stefano De Martino. Los flamantes novios se conocieron en un reality de canto y baile en el cual ella fue de invitada especial y él, como participante.
Amor. “Hay dos momentos de nuestra historia que me gusta recordar. El primero fue a cinco días de habernos conocido, cuando él me dijo: ‘Te amo’. El segundo, después de quince días, cuando empezamos a pensar en tener un hijo”, contó sobre su maratónica relación en una entrevista con la revista Chi, que esta semana le dedica un número especial –con dos tapas y 35 páginas– a la boda de Belén y Stefano, llevada a cabo el 20 de septiembre en Comignago, una localidad de Piamonte, al norte de Italia.
Sobre la ceremonia, todos los medios coinciden en algo: fue el casamiento del año. La pareja ya tenía un hijo, Santiago, de cinco meses, que estuvo presente cuando dijeron el sí sus papás. La fiesta contó con los invitados más VIP de la farándula italiana, estuvo ambientada en los 70 y Belén lució dos vestidos; uno de ellos de encaje francés de los años 40, que costó 100 mil euros. Gracias al casamiento, Belén se acercó a su “competidor”: el mismísimo Francisco, quien bendijo la unión.