En la página oficial de la Casa Blanca, el capítulo de dedicado al “Versailles” que imaginó Donald Trump para un gobierno más extenso que el de los establecidos cuatro años sumó un texto que replica esa demonización que el mandatario realiza contra todos quienes lo critican.

Con el título “El salón de baile de la Casa Blanca continúa con el orgulloso legado presidencial”, dicho texto prosigue con el siguiente párrafo: “En el último ejemplo de indignación impostada, los izquierdistas desquiciados y sus aliados fabricantes de las fake news (noticias falsas) se escandalizan por la visionaria ampliación del presidente Trump de un gran salón de baile a la Casa Blanca, financiado con fondos privados; una ampliación audaz y necesaria que se hace eco de la legendaria historia de mejoras y ampliaciones de los comandantes en jefe para mantener la residencia ejecutiva (la Casa Blanca) como un faro de la excelencia de Estados Unidos”.
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Donantes. En el artículo de la Casa Blanca suman un listado de los predecesores de Trump que también remodelaron ese edificio para demostrar que las críticas al actual presidente son maliciosas porque, finalmente, la financiación se logró con el aporte de empresas como, por ejemplo, Amazon, Apple, Comcast, Google, Meta, Microsoft, Palantir, Lockheed Martin, así como de donantes individuales como la familia del secretario de Comercio de Trump, Howard Lutnick, y los gemelos Cameron y Tyler Winklevoss, quienes se hicieron famosos como inversores rechazados en La red social, la película que narra el nacimiento de Facebook.
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Hace una semana, incluso, le dio una cena de agradecimiento por haber aportado el dinero para esa ampliación. En julio, el costo de la obra era de 200 millones de dólares; en la cena mencionada, dijo 250 millones de dólares, y el jueves último, en una conferencia mostró fotos y una maqueta de su “Versailles” y habló de otra cifra: 300 millones de dólares. Quizás esa diferencia la deposite el propio Trump. “¿Cuánto voy a donar? No puedo decirles hasta que esté terminada la obra”, dijo Trump a los periodistas ese jueves en la Casa Blanca. “Solo puedo decirles que donaré lo que haga falta”.

Hecho polvo. Al día de hoy, el ala este de la Casa Blanca –que es la que se destina, sobre todo, a las primeras damas– ya está demolida por completo para habilitar la construcción del nuevo salón de baile ordenado. Cuando en julio último Trump reveló el plan de su “Versailles”, dijo que el nuevo salón de baile “no interferiría con el edificio actual” y por ello no se lo tocaría. Pero luego de que se iniciaran los trabajos de demolición, cambió el discurso y dijo que, al consultar con arquitectos, se decidió que era mejor derribar toda el ala este en lugar de hacer una demolición parcial.
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Impresiones. Una encuesta de YouGov America –de análisis de datos– publicada el pasado 22 de octubre da cuenta de qué opinan los norteamericanos sobre este proyecto. Un 33% y un 24% se declaró a favor, respectivamente, de la demolición del ala este y del levantamiento del salón, y un 28% de los encuestados declarados como votantes del Partido Republicano se mostró en contra.

Por su parte, el Instituto Americano de Arquitectos (AIA) ha pedido a los responsables de esta obra en la Casa Blanca que ejerzan el mayor de los cuidados. “La Casa Blanca es la Casa del Pueblo, un tesoro nacional y un símbolo perdurable de nuestra democracia. Cualquier modificación, especialmente de esta magnitud, debe reflejar la importancia, la escala y el peso simbólico de la propia Casa Blanca”, escribió en una carta el su secretario ejecutivo, John Stanwich.