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Vale US$ 100 Millones

Un enigmático jeque árabe quiere comprar el segundo diamante más grande del mundo

El “Motswedi”, una gema de 2.488 quilates hallada en Botsuana, podría caer en manos de la colección privada de un misterioso magnate árabe o enriquecer un museo. Su historia en la mina Karowe y su valor incierto avivan las especulaciones.

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El Motswedi, el segundo diamante más grande del mundo, fue hallado en Botswana. | AFP

En las profundidades de la mina Karowe, en el noreste de Botsuana –el mayor productor de diamantes de África–, yace un secreto geológico que hoy captura la atención mundial: el “Motswedi”, una piedra de 2.488 quilates que se erige como el segundo diamante más grande jamás descubierto y cuyo valor hoy supera los 100 millones de dólares.

Pesando casi medio kilogramo y con dimensiones aproximadas de 106,3 x 71,6 x 53,8 milímetros, esta joya natural, bautizada en setsuana como "sendero" o "manantial de agua", representa no solo un hito en la historia minera, sino un enigma comercial que podría culminar en las arcas de un jeque anónimo del Golfo Pérsico. ¿Terminará en un museo para la posteridad, o engalanará una opulenta colección privada?

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La historia de un gigante subterráneo: de las entrañas del Karowe al escenario global

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La saga del Motswedi comienza en agosto de 2024, cuando un equipo de la empresa canadiense Lucara Diamond Corp. desenterró esta monstruosidad cristalina en la mina Karowe, un yacimiento al aire libre de kimberlita –roca volcánica rica en diamantes– ubicado a 500 kilómetros al norte de Gaborone, la capital de Botsuana.

Detectada por el sistema de rayos X, diseñado específicamente para capturar gemas masivas que las máquinas tradicionales pulverizarían, la piedra llegó a la superficie intacta, rompiendo un silencio de más de un siglo en la historia diamantífera. Fue el hallazgo más grande desde el legendario Cullinan de 3.106 quilates, extraído en 1905 en la mina Premier de Sudáfrica y que, tras su talla, dio origen a las Estrellas de África, que forman parte de las joyas de la Corona británica y están expuestas en la Torre de Londres.

La empresa adquirió Karowe en 2009 por 9,4 millones de dólares y la transformó en un bastión de descubrimientos épicos. Desde su reactivación en 2012, de la mina emanaron tesoros. En noviembre de 2015, surgió la gema “Constellation” de 813 quilates, la sexta más grande conocida. Meses después, en abril de 2016, el “Lesedi La Rona” de 1.111 quilates –vendido por 53 millones de dólares a Harry Winston en 2017– elevó el perfil del yacimiento.

En 2019, el diamante “Sewelô” de 1.758 quilates, el mayor hasta entonces en Botsuana, se remató por 25 millones en una subasta benéfica. Siguió el “Seriti” de 1.094 quilates en septiembre de 2023, y en julio de 2025, un diamante de 2.035 quilates –el tercero más grande de la historia– se unió al Motswedi en una colección de cuatro gemas exhibida por HB Antwerp.

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El nombre "Motswedi" surgió de un concurso nacional en Botsuana, convocado por Lucara en diciembre de 2024, que atrajo miles de propuestas y premió con 100.000 pula (unos 7.400 dólares) al ganador. Este proceso no sólo honró la herencia local –Setsuana es la lengua mayoritaria–, sino que subrayó el compromiso de Lucara con la comunidad, donando el 30% de ventas a fondos locales.

Tras su recuperación, el diamante fue transportado a la ciudad belga de Amberes –la capital mundial del diamante–, donde el Gemological Institute of America (GIA) lo examinó en julio de 2025. Clasificado como Tipo Ia (con nitrógeno que afecta su color pero no su claridad), mostró alta pureza interna y potencial para múltiples facetas pulidas de hasta cientos de quilates, aunque 11 fragmentos menores se desprendieron durante el manejo.

La empresa HB Antwerp, socio de Lucara desde 2021 para gemas superiores a 10,8 quilates, lo analizó con su Hyperloupe –un escáner de alta resolución. Pero ponerle precio al Motswedi en su estado rústico fue, como admitió Margaux Donckier, directora de asuntos públicos de la empresa, "extremadamente difícil". En bruto, su valor radica en la rareza: solo una docena de diamantes han superado los 1.000 quilates en la historia, y ninguno en 120 años hasta Karowe.

Colectivamente, los cuatro de la exposición de HB Antwerp –Motswedi, el de 2.035 quilates, Seriti y la rosa– podrían generar al menos 100 millones de dólares en subastas o ventas privadas, según estimaciones preliminares.

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Una vez tallado, el potencial explota: el Lesedi, similar en escala, alcanzó 53 millones; el Sewelô, 25 millones en parciales. Analistas especulan que el Motswedi podría superar los 200-300 millones si produce gemas de alta calidad, impulsado por su Tipo Ia y la demanda de ultra-excepcionales en un mercado volátil, donde los sintéticos presionan pero las rarezas naturales reinan.

Factores como la talla –que podría dividirlo en 20-30 piezas vendibles– y el mercado actual, con De Beers buscando compradores para su propia fortuna botswanesa, complican la ecuación. Lucara, que reportó ingresos de 172 millones en 2024 gracias a estos hallazgos, ve en Motswedi un salvavidas estratégico.

Los posibles destinos de Motswedi: ¿exhibición pública o tesoro privado?

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El futuro del Motswedi bifurca en dos caminos luminosos. Por un lado, al menos tres museos han manifestado interés explícito desde febrero de 2025, según Lucara: instituciones como el Smithsonian en Washington o el Natural History Museum de Londres podrían adquirirlo para exhibiciones educativas, preservando su integridad rugosa como testigo de la geología africana.

"Estas piedras son tan excepcionalmente raras que encajarían perfectamente en un museo", enfatizó Donckier, recordando cómo el Cullinan se fragmentó para la Corona británica pero no es una posesión privada de la familia real, sino parte del tesoro nacional y atracción turística.

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El otro sendero es más opaco: una venta privada a un coleccionista de élite. Aquí entra el jeque no identificado, un fantasma que HB Antwerp menciona con cautela como arquetipo de comprador potencial. En un mundo donde jeques emiratíes y qataríes acumulan fortunas en gemas, el Motswedi podría unirse a bóvedas secretas en palacios de Abu Dhabi o Riad.

La especulación se aviva por el anonimato: ¿es un miembro de la familia real saudí, un jeque petrolero de Kuwait o un inversor discreto de Omán? Ninguna fuente nombra al candidato, lo que agrega un velo de intriga: ¿permanecerá oculto o filtrará en una gala privada? Expertos como Tom Moses de GIA, quien lo sostuvo en sus manos y los describió "como un puño de maravilla"–, advierten que vendedores como Lucara priorizan ofertas "significativas", pero el misterio del jeque podría inclinar la balanza hacia lo privado.

La incógnita del jeque árabe como posible comprador del diamante

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La figura del jeque permanece envuelta en sombras. Algunas fuentes expertas, como Phys.org y Jeweller Magazine dicen que el diamante es objeto de "interés de los jeques" sin detalles, alimentando rumores: ¿podría ser alguien como el príncipe saudí Alwaleed bin Talal, conocido por adquisiciones extravagantes, o un nuevo jugador anónimo respaldado por fondos soberanos?

La opacidad es intencional –las ventas privadas evaden impuestos y escrutinio–, pero genera debate ético: ¿debe una maravilla natural como Motswedi, nacida en suelo africano, enriquecer arcas foráneas invisibles? Lucara, presionada por regulaciones botswanesas que exigen 30% de beneficios locales, podría inclinar la balanza hacia los museos si el jeque no emerge.

(ds)