“¡Gustavo no se fue!” Grito de furia en la ciudad. Y un aplauso cerrado. Uno de tantos. Fue minutos después de las 13.40 de ayer, cuando los restos de Gustavo Cerati salieron de la Legislatura porteña hacia el cementerio de la Chacarita. Después de cuatro años en coma, el músico falleció el jueves a las 9 de la mañana de un paro cardíaco. Seguido por miles de fans, el cortejo arrancó en la Avenida de Mayo, siguió por Carlos Pellegrini, tomó avenida Córdoba, para luego desembocar en las calles Maure y Jorge Newbery, hasta llegar al cementerio. Allí, familiares y amigos le dieron su último adiós. Luego de una pequeña ceremonia religiosa en la capilla ardiente, los restos fueron inhumados en el panteón de los músicos.
El jueves, las puertas de la Legislatura porteña se habían abierto a las 22. Desde ese momento, comenzaron a entrar los fanáticos, en una fila que para esa hora llegaba a las diez cuadras. Ubicado en el Hall de Honor del primer piso del edificio, el féretro de Cerati se fue llenando de carteles y flores. A un costado, detrás de unas puertas vidriadas y fuera del alcance de la gente, estaba su madre, Lilian Clark, y los hijos de Gustavo: Benito y Lisa. Después de las 11 de la noche, varios personajes del mundo del rock se acercaron a despedirlo, entre ellos: Dante Spinetta, Emmanuel Horvilleur, Zeta Bosio, Charly García, Fabián Von Quintiero, Pedro Aznar y Ricardo Mollo. La primera esposa de Cerati, Cecilia Amenábar, también asistió al velorio, aunque no se la vio ayer en el entierro.
Cerca de las once de la noche, sobre la esquina de Perú, y para sorpresa de la gente que estaba afuera, se estacionó el Chevrolet Bel Air que el músico utilizó en el video de Crimen. “Siempre lo admiré como músico y tuve la suerte de trabajar con él en ese clip. Se me dio por traer el auto porque pienso que tiene que estar con él en sus últimos momentos”, contó a PERFIL su dueño, Jorge Mena.
Madraza. Alguien lo dijo por ahí, en los pasillos del primer piso de la Legislatura, el viernes ya de madrugada: “Cerati vivió cuatro años más en su madre”. Allí estuvo estoica esta mujer de 83 años, tal vez aliviada por un punto final sanador, luego de haber acompañado durante todo este tiempo a su hijo en la clínica Alcla, el lugar donde el músico estuvo internado la mayor parte de su tiempo desde que, en mayo de 2010, sufrió un accidente cerebrovascular luego de un show en Venezuela.
Lilian mantuvo siempre la esperanza y la fe de que ocurriera el milagro, aun sabiendo que la opinión vertida por los médicos de la institución hablaba de un cuadro irreversible. “Gustavo reconoce voces, le tocás el pie y mueve la pierna”, decía. Las respuestas de los estímulos estuvieron siempre: cuando su madre llegaba a la clínica, Cerati movía la cabeza en dirección a la entrada. Hasta había establecido un sistema de comunicación: cuando ella le preguntaba a su hijo si lo estaba escuchando, él tragaba saliva. “Los médicos son los que ven el monitor, pero nosotros somos los que estamos y lo vemos a él todo el tiempo”, comentaba a PERFIL Dora, la tía y madrina del músico.
Una tarde le pusieron un casete con la voz de su padre y a Cerati le subieron de golpe las pulsaciones. “Escucha, lo que no sabemos bien es cómo lo procesa”, repetía Lilian. Fue en esa clínica donde recibió a decenas de músicos y amigos de su hijo. Allí también, Lilian pasó su cumpleaños y hasta navidades. Siempre, con la cabeza en alto, recibió a fans de Soda Stereo. Dicen que hasta ayer, aún se mantenía la sala contigua que tuvieron que abrir dada la cantidad de símbolos religiosos de todos los credos que ella recibió. El jueves último, Cerati entró en paro y falleció a los 55 años. Fue ahí recién, entonces, cuando esta madre coraje, criticada por muchos, entendió que su hijo se había ido. “Es un momento muy especial. No saben lo que es perder un hijo, el dolor que siento es muy grande”, dijo.