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Análisis

Alberto Fernández se refugia en el electorado clásico cristinista

Fernández para este año electoral necesita exhibir éxitos, viene sin dar mucho pie con bola y necesita reoxigenar a su Ministerio de Salud, golpeado por la pandemia. Una campaña clásica suele iniciarse fidelizando a los propios, pero esta anormalidad ¿hará que cambie?

Mañana a las seis y media de la tarde, el presidente Alberto Fernández va a celebrar la promulgación de la nueva ley del aborto con un acto en el Museo del Bicentenario, en la Casa de Gobierno, para agasajar a esa misma militancia feminista que Cristina Kirchner dejó con las ganas de una norma por el estilo durante dos mandatos seguidos.

A mi modo de ver, la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo es positiva desde el punto de vista sanitario y esas activistas incansables merecen en su mayoría un reconocimiento a sus esfuerzos durante tantos años, en algunos casos décadas. Sin embargo, hacer ese reconocimiento en la Casa Rosada con el presidente de la Nación a la cabeza parcializa al Gobierno, lo achica al límite de sus adeptos, y le ofrece a la mitad del país casi un espectáculo que en gran medida la espanta, dando marcha atrás en el tono civilizado, democrático, amplio y tranquilo que tuvo el debate de la ley en esta oportunidad.

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El asunto es que Fernández necesita exhibir éxitos. Viene sin dar mucho pie con bola y necesita reoxigenar a su Ministerio de Salud, golpeado por las idas y vueltas frente a la pandemia. No hay que despegar el acto de mañana con el mensaje de ayer a los jóvenes por parte del gobernador Axel Kicillof, quien los excluyó y los exculpó de la nueva ola de contagios después de haber llamado durante muchos días a frenar la nocturnidad y las fiestas clandestinas. En estas fiestas, donde la mayoría de los protagonistas son jóvenes, constituyen la base electoral cristinista y si algo sabemos de este 2021 que acaba de comenzar es que es un año electoral.

Cualquier campaña clásica suele iniciarse fidelizando a los propios, pero al menos hoy por hoy, este año electoral es el menos previsible que hayamos vivido. Habrá que ver si lo clásico sigue estando vigente o si esta nueva anormalidad que estamos viviendo también les puede haber quemado los papeles, aunque sea en parte, a los estrategas electorales.