Son productos que tienen usos médicos, que pueden servir por ejemplo para recuperar la actividad sexual en mujeres después del parto, o en caso de particulares disfunciones sexuales. Eso, además de su obvio uso recreativo. Sin embargo, los vibradores y otros juguetes de índole íntima que se usan en la Argentina no tienen ningún tipo de control, ni del Anmat ni del Ministerio de Salud, lo que podría generar problemas de salud debido a la profilaxis del plástico.
La información sale como un coletazo de la decisión de la Secretaría de Comercio de restringir las importaciones y apostar a la producción nacional. Ana Ottone, de la firma Sophie Jones, es una de las que acuerda con la decisión, pero con reservas. “Mi objeción es que la industria nacional que existe hoy es de muy mala calidad”, dice y hace foco en la escasa o nula regulación. “Estamos hablando de salud. En todos los productos de látex, plásticos y derivados hay un riesgo de salud real. Hay sustancias químicas del plástico que pueden ser disruptores endócrinos, con riesgos de problemas de fertilidad o de reacción alérgica grave. El vibrador es un producto erótico, pero debería tener mínimos requerimientos porque son cosas que entran en tu cuerpo y necesitás obviamente recaudos”, agregó Ottone.
Mientras en el Ministerio de Salud nacional ratificaron que desde allí no se los controla, en el Anmat –que regula medicamentos y afines, como los propios preservativos– la mera consulta provoca reacciones hilarantes: “Nos ocupamos de la salud, no de las cosas que la gente se mete adentro”, comentaron a este diario.
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