SOCIEDAD
Argentina 1987

13 certezas y 4 muertes, todo lo que se sabe hoy del robo de las manos de Perón

Hace 36 años, ocurrió la profanación de tumbas más tétrica del último medio siglo político del país. Entrevista a Claudio Negrete, el periodista más citado –y plagiado-, que investigó junto al primer abogado del caso.

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Rregreso de Juan Domingo Perón del exilio, el17 de noviembre de 1972 | CEDOC-TELAM

El 1 de julio de 1974, María Estela Martínez de Perón era primera dama, presidenta y viuda, todo a la vez. Ella misma anunció que su esposo, Juan Domingo Perón acababa de fallecer, en Buenos Aires. Previendo el desenlace, desde hacía tres días había asumido el mando del Ejecutivo Nacional.

Perón había muerto a causa de “una cardiopatía isquémica crónica con insuficiencia cardíaca”, agregaba el parte oficial. Vestido con impecable uniforme militar, una argamasa de despidos, lágrimas y desconsuelo compusieron sus exequias interminables: hasta las 2 am del 2 de julio, capilla ardiente en la Quinta Presidencial de Olivos; misa de cuerpo presente en la Catedral Metropolitana; cuerpo yacente sobre una cureña, escoltado por granaderos solemnes, rumbo al Congreso de la Nación; 46 horas y media de sepelio, con desfile incesante de 135 mil personas, 12 oradores latosos y 3 dictadores americanos de pie, adorando sus restos mortales; afuera, bajo el aguacero de julio, más de un millón de argentinos se quedaban esperando no se sabe qué, tal vez que un milagro les restituyera la razón de su vida.

Juan Domingo Perón
Juan Domingo Perón. El multitudinario sepelio del líder político.

Luego, otro postrer traslado hasta la capilla ardiente que la viuda había ordenado en Olivos devolvió a los descamisados a la triste realidad: sí, Juan Domingo Perón había desaparecido y una salva de 21 cañonazos lo eyectaba a la inmortalidad, mientras el responso del capellán de los Granaderos le abría las puertas del Más Allá.

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Juan Domingo Perón, el robo y todo lo que se sabe

Ya en plena democracia, el exacto día en que se cumplían 13 años de su desaparición el 1 de julio de 1987, una noticia tétrica cayó como bomba en la portada de todos los diarios argentinos: la tumba del tres veces ex Presidente de la Nación había sido profanada.

Tres días antes, un sobrino político de Perón, Roberto García, que estaba casado con Delia Perón, había ido con su esposa a una visita de rutina y vio que el ataúd del tío estaba abierto; el cadáver, sin manos; y faltaban el sable, la gorra militar, la bandera nacional que lo cubría e incluso un poema que de puño y letra le había escrito Isabelita.

“En su declaración, Roberto García dijo que la claraboya estaba rota y que encontraron fragmentos de vidrio en el piso y alrededor del féretro. Dijo también que habían visto un boquete en el vidrio blindado -de 9 centímetros de espesor y 170 kilos de peso, para cuya apertura eran necesarias 12 llaves- engarzado en un marco de acero que protegía el cadáver embalsamado”, describió el periodista Claudio Negrete quien con Juan Carlos Iglesias publicó la investigación más prolija y exhaustiva del lúgubre enigma policial de 1987.

Dónde están las manos de Perón

Tras 7 años de trabajo junto a Iglesias, el abogado que participó en la investigación del hecho junto al primer juez que tuvo la causa, Jaime Far Suau, el periodista Claudio Negrete publicó en 2002 La profanación. El robo de las manos de Perón. El secreto mejor guardado de la Argentina, hasta hoy la obra más documentada sobre el caso, gracias al acceso directo a los archivos judiciales, completados con innumerables entrevistas.

Antes y después, la profanación de la tumba de Perón motivó otras cuatro publicaciones (Las manos de Perón, Jorge Daniel Boimvaser; Perón, la otra muerte y La segunda muerte, ambos de David Cox y Damian Nabot; Las manos de Perón; de la profanación a las cuentas suizas y el oro nazi, Adrián del Busto).

Juan Domingo Perón
Tumba de Juan Domingo Perón.

Con todo, La profanación se erigió como un antes y un después en el tema y su contenido, hasta hoy citado –e incluso plagiado- innumerables veces, hizo público material desconocido y sospechas que hasta hoy son las mayores certezas, en el fárrago de 50 pistas falsas:

1.    En su informe, los peritos forenses señalaron que las manos habían sido seccionadas con cortes precisos, pero diferentes. La mano derecha, a la altura de la muñeca; la izquierda, en el hueso, por encina de la muñeca.

2.    Casi en simultáneo, cuando la profanación fue descubierta, tres personalidades peronistas recibieron al mismo tiempo la misma carta: Vicente Leónidas Saadi, el catamarqueño que era presidente del PJ; Saúl Ubaldini, secretario general de la CGT; Carlos Grosso, presidente de la sede porteña justicialista. Todas pedían un rescate de US$ 8 millones a cambio de la devolución de las manos, la gorra y el sable de Perón.

3.    Como prueba de que ellos habían abierto la tumba del difunto, los profanadores enviaron a Saadi medio poema de Isabelita y a Ubaldini, la otra mitad (una pericia determinó que el manuscrito era auténtico).

4.    Los delincuentes pidieron a los popes justicialistas que, cuando tuvieran el dinero del rescate, les dieran la señal colgando una bandera argentina en el frente de la sede justicialista porteña. Sin embargo, nunca se pensó en pagar rescate ni tampoco hubo reclamos de los extorsionadores. Por lo tanto el móvil de la extorsión económica, se desvaneció y ya no tiene peso investigativo.

¿Y las manos de Perón?

5.    En esa línea, también se encuentra la teoría de que las manos del líder de los trabajadores fueron robadas porque, opción a: Perón fue enterrado con un anillo en donde estaba grabada la clave de la caja fuerte bancaria de Suiza en donde guardaba su fortuna; opción b: necesitaban sus manos para acceder a una bóveda que se abría con la lectura de la geometría de las manos.

“Un verso”, resume Claudio Negrete. “La información que llegó del gobierno de Suiza es que no había cuentas bancarias a nombre de Juan Domingo Perón”, remata.

6.    Los profanadores se identificaron con el enigmático nombre “Hermes IAI y los 13”. Los expertos concluyeron que la firma aludía a Hermes Trimegisto (“Hermes, tres veces grande”), un sabio egipcio a quien atribuían la invención de la alquimia. Esto dio pie a una pista esotérica, aún vigente, fogoneada por los que piensan que la profanación fue algún tipo de venganza o ajuste de cuentas de la masonería y las logias secretas con las que Perón tenía contacto.

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7.    “No hay pruebas documentales que acrediten que Perón haya sido miembro activo y formal de ellas como para merecer luego un castigo", confirma Claudio Negrete. Aún así, era la mayor sospecha de Isabelita: “En una primera comunicación telefónica que tuvo con su abogado, Juan Gabriel Labaké, María Estela Martínez de Perón señaló cinco posibles responsables: la Logia P2, un grupo integrado por la ‘mano desocupada’ de la dictadura, un grupo residual de Montoneros, la masonería inglesa y los servicios de inteligencia argentinos”, resume el periodista. Recordemos que el ministro de Bienestar Social de la tercera presidencia de Perón fue José López Rega, conocido como “El Brujo” por sus prácticas ocultistas.

8.    La investigación de la profanación de la tumba de Perón estuvo rodeada de 4 muertes tan misteriosas como dudosas:

-1º muerte, la de Paulino Lavagna, cuidador del Cementerio de La Chacarita, había denunciado que recibía amenazas y lo querían matar. Meses después de la profanación, apareció muerto en el cementerio, en horario de trabajo. Su certificado de defunción decía “paro cardiorrespiratorio no traumático”, pero el juez Far Suau ordenó una autopsia que determinó que había muerto a causa de golpes recibidos.

Las muertes de Perón


-2º muerte, la de Juan Ángel Pirker, en febrero de 1989. El jefe de la Policía Federal, que participó en el caso desde la primera hora, murió súbitamente en su despacho; se dijo que fue por un ataque de asma.

-3º muerte, la del juez Jaime Far Suau en noviembre de 1989. Cuando regresaba de unos días de descanso en Bariloche, sufrió un accidente mientras manejaba por la Ruta 3. Murieron él y su pareja Susana Guaita. Con ellos viajaba Maximiliano, el hijo de Guaita. El parte policial decía que el auto “perdió el control” a la altura de Coronel Dorrego. Ya grande, Maximiliano reveló que él sintió una explosión y luego ocurrió el accidente. Una pericia de parte, determinó que las cubiertas habían sido llenadas con gas, y explotaron.

- 4º muerte, la de María del Carmen Melo. Admiradora del líder peronista, solía llevarle flores al cementerio. Había denunciado en el juzgado de Far Suau que veía con frecuencia a un sospechoso merodeando cerca de la bóveda.

El jefe policial de la investigación, el comisario Carlos Zunino, recibió un disparo en la cabeza y sobrevivió de milagro. Nunca pudo encontrar a los responsables.

Y en realidad, las muertes que fueron efectos colaterales de la profanación de los restos de Perón fueron cinco, si se incluye a la pareja del juez Far Suau, que también murió en la explosión.

9. Con el paso del tiempo, fue cobrando fuerza la hipótesis de que la profanación buscaba “desestabilizar al gobierno de Raúl Alfonsín, poco después del levantamiento carapintada y en medio de un año electoral. En ese caso, los responsables había que buscarlos en los sectores militares carapintadas y en la mano de obra desocupada de la última dictadura, interesados en limar al gobierno para frenar los juicios por los crímenes de lesa humanidad”, explica el investigador.

10.    Por último, se dijo que podía ser “una operación del propio gobierno de Alfonsín con la intención de mostrar la ríspida interna del Justicialismo. En ese caso, los responsables debían buscarse dentro de la propia SIDE”, sentenciaba el mismo Negrete, en 2022, al cumplirse los 35 años del sacrilegio.

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11.    En 1995, se encontró en el sótano de la Comisaría 29 de la Policía Federal un duplicado de las 12 llaves de ingreso a la bóveda de Peròn, lo que volvió a poner en la mira la posible participación de servicios de inteligencia o de fuerzas de seguridad en la operación.

“Muchas personas trataron de impedir que la causa avanzara; en su mayoría, los encubridores fueron ex integrantes de servicios de inteligencia militar, especialmente del Batallón 601”. Y “todavía permanecen activos grupos que quieren evitar que se investigue”, sentencia Negrete. “Existe de hecho un pacto de silencio de más de tres décadas que nadie se atreve a romper (…). El peronismo se desentendió de la violación del cuerpo de su fundador”, señala el autor de La profanación, Licenciado en Ciencias Sociales y Humanidades.

Los mismos Negrete e Iglesias sufrieron amenazas e incluso el robo de parte de sus archivos, sin embargo, aún hoy su trabajo sigue siendo la única investigación periodística de primera mano que arribó a varias conclusiones de un hecho que aún sigue siendo oscuro e irresuelto.

12.    La causa volvió a tener nuevo juez en 2007, Alberto Baños, pero no se la hicieron fácil. Averiguó antecedentes de unas 50 personas entre civiles y militares y estaba elaborando un nuevo escrito para pedir al gobierno de Cristina Kirchner que dispusiera el levantamiento del secreto de los organismos de inteligencia del Estado, para acceder a documentación clasificada. Le respondió Aníbal Fernández, como Jefe de Gabinete. Ese mismo año, el tema volvió a plantearse en una reunión en la Quinta de Olivos tanto a Cristina Fernández como a Néstor Kirchner. Sin embargo, nada se movía mientras el juez soportaba persecuciones e intimidaciones tanto a él como a sus familiares. En 2009, un comando ingresó a su casa de Adrogué y con un operativo preciso de 12 minutos identificaron y sustrajeron los últimos dos cuerpos del expediente, el teléfono celular, la agenda electrónica y la computadora portátil del juez. Nada más.

Para Baños, fue un “operativo de inteligencia y de intimidación psicológica”. Aníbal Fernández respondió al pedido del juez Baños, dos años más tarde: un escrito de una carilla con datos de inteligencia que no aportaron nada nuevo a la causa.

Juan Domingo Perón y Raúl Alfonsín
La profanación de la tumba de Perón sucedió durante la presidencia de Raúl Alfonsín.

En 2010, recibió por correo una carta con un regalo: un pequeño ataúd de madera donde había una bala y una foto de él con un punto rojo en la frente.

“Para nosotros fue una operación política durante la presidencia de Ricardo Alfonsín, en 1987, cuando se estaba definiendo cómo iba a ser el nuevo poder en Argentina, a pocos días de la renovación de gobernadores provinciales en elecciones. Hubo entonces como 150 atentados a jueces, periodistas, dirigentes, políticos; ya había ocurrido el primer levantamiento carapintada, había una interna milita feroz y tal como lo dijo Antonio Trocoli, el más leal de los ministros que tuvo Alfonsín, ‘mucha mano de obra desocupada de la dictadura’”, rebobina Claudio Negrete.

13.    En agosto de 2012, Michael Meeks, entonces secretario general de la CIA dijo que ese organismo tenía información clasificada que seguiría protegida, a menos que la solicitara la justicia de EEUU. Entonces, el juez Alberto Baños lo hizo, pero hasta el día de hoy nunca recibió una respuesta.

“Esto es lo último en el tema”, actualiza Claudio Negrete y confirma que, a pesar de que el expediente está inmóvil, la causa sigue abierta.

“Hay enormes misterios en torno a cadáveres de grandes líderes que desaparecieron, pero un día finalmente se supo dónde estaban. Así pasó con el Che Guevara y Eva Perón, Evita… pero según mi análisis, el robo de las manos en 1987 y su impunidad hasta hoy es el inicio de un proceso en el cual comenzaron a operar en Argentina distintos grupos mafiosos, capaces de realizar estas operaciones. Por eso en 1992 siguieron la bomba de la Embajada de Israel y no se sabe; la AMIA, la muerte de Nisman... y no se sabe nada; todo es desaparición. Comparten zona liberada, operación encubierta, impunidad. Todos tienen en común “nadie fue”. El tema de las manos de Perón no es por Perón sino por violar a un ex presidente en su propia tumba. El éxito del robo de estas manos garantizó al grupo que podrían llevar adelante otras operaciones y quedar impunes".


MM / ED