Macarena Luna se acomoda sobre el parejo césped de uno de los anexos del Hipódromo de San Isidro en la tarde del domingo. “Es el clima ideal”, dice. Luego permanece en silencio unos segundos, mira a sus compañeros, echa un vistazo a sus rivales, trepa a su escoba y da comienzo al partido de quidditch, el deporte que practica el mago Harry Potter en la famosa película. Esta actividad se desarrolla desde hace varios años en la Argentina en su versión “terrenal”, o “realista”, como la califican los jugadores. En los Estados Unidos se lleva a cabo desde 2005, y ya hay más de 200 equipos.
“Cuando me dijeron por primera vez que se jugaba en la Argentina, pensé que era ridículo”, arranca Nadia Aguirre, dirigente de la Federación Argentina de Quidditch. “Les decía: si no vuelan de verdad, no se puede”. Después, cuenta, se interiorizó y le generó cada vez mayor curiosidad hasta que ingresó a la Federación. Actualmente, Aguirre es árbitro en varios encuentros y cada vez que viaja por el interior del país trata de promover este curioso deporte por distintas provincias.
“Es muy parecido al handball”, describe Facundo Alburua, capitán del equipo Phoenix Fire. En total, hay siete jugadores con distintas posiciones: los cazadores son los encargados de embocar la quaffle, representada por una pelota de volley desinflada, dentro de los tres aros que hay en los dos extremos de la cancha. Los guardianes deben impedir esa tarea, ya que actúan como arqueros. Por su parte, los golpeadores arrojan pelotas más chicas y livianas a los cazadores para “quemarlos” y que deban salir de la cancha y reingresar. Los buscadores son los que ocupan el mismo puesto de Potter en la película: deben encontrar la snitch, que en el film es una pequeña bola que vuela a gran velocidad. En el quidditch real, esa pelota es un jugador imparcial que corre por todas partes hasta que es atrapado y allí finaliza el partido.
También hay sanciones muy claras: los jugadores no se pueden sacar la escoba de entre las piernas. Además, si un jugador comete una falta se lo advierte dos veces, después le sacan una amarilla, que le hace perder tiempo fuera de la cancha. A la segunda amonestación, se lo expulsa y se lo reemplaza por un suplente.
Para la capitana Luna, de los Wood’s Army, el juego es lo mismo que en la película, “solo que adaptado a la vida real, más estratégico: los jugadores controlamos las pelotas, que en los libros tienen vida propia y pueden golpear de la nada a un jugador”.
Felias Kawior, uno de los organizadores del torneo, afirma que en el quidditch, como en cualquier deporte, existen peleas dentro de la cancha. “Los jugadores están con mucha adrenalina y concentración: cada uno piensa en su tarea, pero también en la de los demás, con lo cual cualquier actitud que esté en tu contra te enoja y genera reacciones”, los disculpa.
El deporte nació tras el estreno de la segunda película de la saga, en 2005. Un estudiante estadounidense adaptó el juego de la ficción a la vida real. Milagros Di Chiaro, otra de las capitanas, del equipo Wind Wizards, agrega: “En Canadá y Estados Unidos existen más de 300 equipos, allá cada universidad y escuela tiene al menos un equipo de quidditch”. También en Europa, por lo que en total hay casi 900 equipos.