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Aún preso, Gaby Álvarez organizó fiesta top en Punta

El RRPP, condenado por homicidio culposo, se las ingenió y usó a sus guardiacárceles como patovicas del evento.

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| Diego Gonzlez/ Revista Noticias
“La exposición no sirve, hay que ponerse un poco más de costado; lo mío dejó de ser un suceso". A casi un año de las muertes de Fernando Agustín Cicciari y de Gloria Pérez del Cerro, en el accidente por el que la Justicia uruguaya acaba de declararlo culpable de homicidio culposo múltiple, Gaby Álvarez (31) insiste en que ya no le interesa figurar. Insiste y sorprende por lo inadvertida que pasa su gran contradicción: dice que el relacionista público quedó atrás pero en sus salidas de la cárcel se las ingenió para organizar un evento a tono con su habitual estilo, justo cuando se cumple un año de la tragedia que produjo, fruto de aquella vida de vértigo, histeria, drogas y velocidad en la que se movía el verano pasado.
 
La Justicia uruguaya entendió que tanto él como el conductor del auto en el que se desplazaba, su ex asistente Ariel "Blas" Coelho de Oliveira, tuvieron la misma responsabilidad en las muertes ya que arrasaron la moto de la pareja argentina por la fatal combinación de alta velocidad –iban a 140– y el freno de mano accionado por Álvarez.
 
Viejas mañas. Álvarez no parece percibir la semejanza entre lo que muestra y una puesta en escena. Mientras habla de su transformación, no deja de ofrecer distintas poses y retratos ante cámaras lejanas o cercanas. De hecho, lo hace con la misma soltura de siempre. Como si el exhibicionismo fuera un hábito difícil de abandonar, todavía recibe vestido de blanco y bien perfumado a sus visitas, aunque por las noches deba volver a dormir en la cárcel Las Rosas, en Maldonado.
 
Sabe que el sombrero negro o las botas de estanciero son un imán eficiente para atrapar a los curiosos, aun cuando su pretensión pública sea la de enunciar recogimiento y dolor.
 
La única diferencia es que ya no quiere fijar sus ojos en la cámara. Absorbido por la lógica de un mundo que exacerba la vanidad, con la imagen como valor supremo, explica que esa mirada esquiva ante los fotógrafos para los cuales acepta posar es su manera de exponer "un dolor que voy a tener por el resto de mi vida".
 
La nota completa, en la última edición de la Revista Noticias .