Un chat de un grupo de madres de un colegio en Merlo, en el que “celebraban” haber separado a un chico con Asperger del curso de sus hijos, se viralizó y generó indignación y debates. Y, además, puso el foco sobre la integración escolar de los chicos con trastorno del espectro autista (TEA), sobre el que, según los especialistas, existen “tantos casos como personas”.
Para Cintia Fritz, mamá de Lautaro (4), que tiene autismo, el camino es “arduo, pero posible”. “Habíamos hecho un trabajo previo a la escolarización, buscando antes a su integradora”. El año pasado contactó a once colegios privados integradores en su zona, sin éxito. Y buscó la vacante en la escuela pública, “con mucha angustia: si una familia con un chico neurotípico tiene 33 posibilidades, nosotros sólo dos”, describe con claridad. En CABA, la integración es obligatoria e incluye que la integradora (no docente) la lleve la familia. El distrito escolar aprueba su entrada al aula. “Tres días antes de empezar las clases, en la reunión de padres, yo me presenté y les presenté a Lautaro. Les expliqué sus características personales y me puse a disposición. Desde ese momento, todos lo quisieron y Lautaro siempre fue uno más: hace sus actividades y sus compañeros se quieren sumar. Imitan sus movimientos para ‘hablarle’, lo visten, lo acompañan, lo cuidan. Su maestra es muy activa y el equipo terapéutico fue al colegio a darles charlas y pautas. Las familias son muy amorosas y amables. Las mamás lo invitan”, describe. Y agrega que “la experiencia es maravillosa. Sólo tengo un miedo: su estadía en una escuela común es incierta, y aún nos falta que nos aprueben la permanencia (que haga otra vez la misma sala). Esto es año a año”.
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Especialistas coinciden en que la inclusión falla, sobre todo, a nivel escolar, en la capacitación docente. Lo que no se comprende, aseguran, son “todos los tipos de acceso que necesita un chico con TEA y, entonces, lo que falla es la accesibilidad cognitiva”, porque las respuestas de un alumno con TEA pueden no ser ajustadas o acordes al contexto social.
Otro caso es el de Cecilia Mendoza, una joven mendocina que tiene Asperger y que encontró en las artes plásticas la manera de canalizar su talento –exhibió su obra en el C.C.Borges–, tras haber pasado por varias carreras “tradicionales”, sin terminarlas.
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El caso de la polémica
“Era hora de que se hicieran valer los derechos del niño para 35 y no para uno solo”, escribió en el grupo de whatsApp de madres del 4º C del Colegio San Antonio, en Merlo, ante la noticia de que las autoridades escolares habían decidido cambiar a un chico que tiene síndrome de Asperger de curso ante las insistencias de los padres del resto de los alumnos. El colegio –que recibió esta semana a inspectores del distrito escolar provincial y del Inadi– aseguró que el cambio buscaba favorecer al niño. “Fue una estrategia para mejorar su entorno”, dijeron. La mamá del alumno, en tanto, dijo que su hijo estaba “angustiado” y tratando de adaptarse a su nuevo curso.