SOCIEDAD
en algunas de las zonas mas Afectadas

Con el agua en baja, los vecinos enfrentan la vuelta a sus casas

En Luján y en Areco intentan rearmar lo que encuentran e intensifican las tareas de limpieza. En Salto, en cambio, aún no pueden retornar. Galería de fotos

Limpieza. Nerina y Pablo encaran el arreglo de su panadería a dos cuadras de la Basílica (izq.). En la casa de Jorge y Verónica, en Pueblo Nuevo, sacrificaron muebles rotos para levantar cosas (centro
| Maria Laura Fourment

Botes, gendarmes, centros de evacuados, ambulancias, bomberos. En ese ambiente viven los vecinos de las zonas afectadas por las inundaciones de la provincia de Buenos Aires. Con el río ya casi en su cauce, queda su peor cara: barro y toneladas de basura.

Ahora que la lluvia paró, los vecinos quieren volver a sus casas, aunque en algunos casos el regreso demorará al menos dos semanas más. Cada regreso es una historia diferente.

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Salto. A 190 kilómetros de Capital Federal, el pueblo de Salto vive un panorama desolador, desde que el río alcanzó los 9,30 metros. Todavía quedan 680 personas evacuadas, y miles de autoevaluados, que tardarán en volver a sus casas.

Trocha fue el barrio más afectado de Salto, de donde la mayoría de los vecinos debió evacuarse. “Saqué todo y me fui, me alquilé algo en el centro. No sé si volveré, estoy cansado”, dice Martín. Su vecina, Liliana, vive allí hace más de cincuenta años, y si bien pasó más de una inundación, reconoce que ésta fue la peor. “Los que conocen el río iban viendo las alturas, pero cuando nos quisimos acordar era descomunal como había crecido. En la esquina no se veían ni los techos de las casas”, dice.

Por miedo a que les roben, muchos se quedaron en sus casas. “Los policías no están preparados para esto”, suelta un vecino; aunque la mayoría reconoce que la solidaridad gana. Entre los propios vecinos se organizaron colectas y los jóvenes se encargan de entretener con juegos a los niños en los centros de evacuados.

“Todavía falta para que la gente pueda volver a sus casas, es cuestión de días, y es primordial que siga bajando el río, hasta ahora esto ocurre muy lentamente”, explica el coordinador de Defensa Civil Hugo Esteche, y agrega que lo primordial son las tareas de limpieza, para lo cual trabajan en conjunto con la Dirección de Bromatología, Salud, Desarrollo Social y Servicio Sanitario. “Hay mucho para hacer, desde limpiar con lavandina y desinfectar hasta controlar los tableros eléctricos. La gente quiere regresar, entendemos, pero hay que ser precavidos”, advierte.

Luján. “En la inundación de noviembre pasado perdimos infinidad de cosas, y tramitamos un crédito blando en el Banco Provincia que no nos salió. Por eso, con esfuerzo, lo único que hacemos ante cada desgracia es perfeccionarnos para la próxima”, dicen resignados Jorge y Verónica, vecinos de Pueblo Nuevo. Como algunos de los más de 500 evacuados y miles de autoevacuados, el jueves pudieron volver a su hogar y empezar con la limpieza.

Desde 2012, los vecinos de Luján sufrieron más de una decena de crecidas del río, de las cuales tres superaron los cinco metros; como esta vez, el pico de la crecida alcanzó los 5,43 metros.

“Esta vez sacrificamos muebles que ya estaban rotos por la anterior crecida y los usamos para levantar cosas”, cuenta Jorge, y muestra las compuertas de hierro que construyó para cada abertura y los estantes que agregó para subir los electrodomésticos. También se compró una pequeña bomba extractora, aunque con el corte de luz no pudo utilizarla.

A dos cuadras y media de la Basílica, Pablo Suárez y Nerina limpian con cloro las paredes y el piso de su panadería. “Nos avisaron que la crecida se venía grande y llegamos a levantar muchas cosas. Pero los muebles de madera los perdimos”, cuenta Pablo. “Ahora no sabemos para dónde disparar, nos hablan de un subsidio de $ 1.200, pero la titular del negocio está en el sur y si tiene que venir a tramitarlo gasta más que lo que recibiría”, dicen preocupados.

A pocos metros de la costa del río Luján, el barrio San Fermín sufre las consecuencias de la crecida. María Rosa Escobar muestra su casa, donde viven 12 personas, y a la que entraron 40 centímetros de agua. Vive del cirujeo, “Llegamos a levantar casi todo, pero se mojaron los roperos que ya habían aguantado la anterior inundación. En ésta se terminaron de romper”, dijo. Pese a todo, no se fueron y resistieron dentro de la vivienda. “Si te vas, te roban todo”, asegura.

A su lado, su vecino, Guillermo Saucedo, agrega que a su casa, donde viven ocho personas, entró un poco menos de un metro. “Perdí casi todo”, se lamenta. “Los colchones, lo que tenía en los roperos. Lo único que salvé de valor es el lavarropas”.

San Antonio de Areco. Ayer, el intendente Francisco Durañona anunciaba que la baja del agua posibilitaría a todos los vecinos volver a sus casas, aunque la llovizna todavía no permitía contener la angustia.

“Nos entraron 70 centímetros distribuidos por todos lados, pero tuvimos la suerte de poder irnos a casas de amigos; hubo gente que tuvo una realidad mucho más complicada que la nuestra”, cuenta Martín Lizaso, vecino que recién ayer pudo volver junto a su familia a su casa, cerca del casco urbano. En su caso, no es la primera inundación que sufren: “En 2009 nos entró 1,70 metro de agua, en noviembre del año pasado, 80 centímetros, y hoy, diez meses después, 70 centímetros. Se inunda en forma periódica, y cada vez que escuchas llover te agarra un nudo en el pecho”, dice.

La situación es peor en barrios como Don Pancho, cruzando la Ruta 8, donde las calles son en su mayoría de tierra y hay vecinos que lo perdieron todo.

Lo que más llama la atención es la reiteración de las cosas. Pareciera que las obras en la provincia son más para mostrar que se está haciendo que para resolver los problemas de fondo, con planificación y estudios serios”, agrega Lizaso.

 

Informes: Horacio Papaleo, desde Luján, y Valeria Vizzón, desde Salto.