Sacar lo mejor de las malas experiencias, esa es la lección de Gabriela Fiori, una arquitecta salteña con diez años de carrera que se reconvirtió a raíz de la crisis de 2001. Como muchos argentinos, tenía una profesión y un trabajo que creía que serían para siempre. Pero todo se derrumbó y se vio obligada a tomar un nuevo camino. Su gusto por la moda y el diseño (”está muy ligado a mi carrera”, subraya); la llevó por la senda de la marroquinería y decidió fabricar carteras y cinturones con un aire muy autóctono y un sello propio.
Al cuero de vaca, oveja y conejo le agrega detalles de asta de vaca, onyx de la cordillera y alpaca. El resultado: exquisitas piezas que resumen la simpleza de lo autóctono con un toque vanguardista, “tratando de recuperar las técnicas artesanales de los maestros salteños”, explica.